AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



miércoles, 26 de mayo de 2010

Actos de habla, un matiz cordial

Damas y caballeros: sólo pido quince segundos de inteligencia abstracta para este párrafo: dice Austin que los actos ilocucionarios performativos son esos actos de habla en los que la acción que la frase nos cuenta se realiza –¡tacháaaan!- por el mero hecho de que la frase se diga –en determinadas circunstancias-. “Yo te absuelvo de tus pecados” no sólo tiene un significado semántico, sino que, dicho por un sacerdote, ante alguien que acaba de acusarse de sus pecados con arrepentimiento, justamente produce lo que dice.

Estoy de acuerdo. No hace falta buscar unas circunstancias muy específicas, estos actos los realizamos constantemente: te permito venir, te perdono lo de ayer –puede bastar una sonrisa, sin palabras-…

Pues bien, creo firmemente que hay un tipo de actos de habla ilocucionarios performativos hasta ahora no descubierto por gramático alguno: se trata de nombrar por el nombre propio. Mediante el nombre propio no sólo significamos una referencia a alguien, sino que al nombrar a la persona, la afirmamos en el ser. Decir Julio, Chelo, en determinadas circunstancias, fortifica a la persona aludida. Por ejemplo: Muchas gracias, Julio.

Esta frase hace crecer –mucho o poco, a Julio-. Las circunstancias son las de la buena voluntad que cualquier persona puede mostrar hacia otra. Y la ausencia de este acto de habla, es una ocasión perdida. Incluso ocurre que, si nunca se nombra al otro en estas circunstancias, se van dando unas microerosiones en el ser del otro, porque nuestro ser es relacional.

Es necesaria una antropolingüística cercana y cordial.