AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



jueves, 3 de febrero de 2011

Cómo comienza un taller de escritura



Suena algo pretencioso el título, lo sé. Sólo voy a contar a grandes rasgos lo que hice ayer, el primer día.

La pecera del Bibliocafé es acogedora: sigues encontrándote entre libros que te observan desde los anaqueles; pero la pared de cristal interpuesta crea una necesaria distancia de seguridad con ellos. Es como si le dijeras a Cervantes, Mann, Dostoievski, Machado, "Esperad, esperad solo un rato ahí, que cuando salgamos os vais a enterar de lo que somos capaces de escribir". Perdón por la irreverencia.

Unos minutos de presentaciones, indicaciones teóricas y prácticas, unos consejos, las infusiones y aguas minerales que acaban de llegar, y hacemos un ejercicio de precalentamiento para desentumecer la sensibilidad verbal y afinarla: ¿cuántos colores somos capaces de decir entre todos? Sabíamos muchos más de los que dijimos; pero se trata de eso: tener siempre a mano el envoltorio de las palabras para llevarnos al papel lo que queremos decir.

La descripción: cinco párrafos de cinco escritores, no sabemos quién escribió, ni en qué libro apareció, ni su intención, ni para quién escribía. Nos convertimos en el equipo de trabajo del comisario Wallander, para intentar describir el qué y el cómo de las descripciones.

Y finalmente, una hoja de textos averiados a los que hay que aplicar un poco de fontanería gramatical. 

Uf, son las 21:25, dos horas se pasan volando. Deberes para casa: desde la escritura espontánea hasta la sesuda rescritura hay un camino: recorrerlo, y contar el recorrido. Un ordenador, una impresora (o pluma y papel) y un cajón, ingredientes imprescindibles para esta receta.

Nos vemos el miércoles que viene.

(Ilustración Teléfono y taza, JM Mora Fandos)