AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



lunes, 2 de mayo de 2011

Serie Inspector Wallander, de H. Mankell: cuatro notas



I. 
Yo me crié con el racionalismo de Sherlock Holmes, la discreción de Hercules Poirot y la lentitud de Miss Marple. Y luego llegó Kurt Wallander. Algo olía a podrido, esta vez no en Dinamarca, sino en Suecia, y he aquí un inspector que no tenía miramientos para enfangarse hasta las cejas en todos los detalles de un caso. Estar, tocar, volver, intuir, imaginar, sufrir, deprimirse, enfadarse, a veces emborracharse, pensar en equipo; y maldurmiendo, malcomiendo... y a toda velocidad. Se acabaron los cerebros fríos que resuelven problemas de lógica desde un sillón orejudo.  

II. 
Aunque no he leído la serie entera, creo que he leído bastante: La falsa pista, La quinta mujer, La leona blanca, El hombre sonriente, Pisando los talones, Cortafuegos y Antes de que hiele. Toda la serie tiene un tono sombrío que alcanza a los individuos, instituciones y la sociedad entera. Parece decirnos que cada vez hay más psicópatas, y  la única solución parece ser que los que todavía no han perdido la razón, aguanten como sea, porque todo se está desmoronando. Y los aún cuerdos caminan por una cuerda floja. 

III. 
Me llama la atención la sociedad desespiritualizada que aparece en la serie. La religión no inspira apenas a nadie, salvo si se trata de sectas destructivas que consiguen atraer a hombres y mujeres, jóvenes, niños: personas abandonadas, solitarias, frustradas que sucumben a secretos mesianismos. Ante todo el problema, un Wallander indiferente a las cuestiones espirituales, se sostiene sobre los pilares de su repugnancia ante el misterio del mal, su compasión y su entrega absoluta al trabajo. Conocemos sus remordimientos, sus fracasos familiares, su carácter fuerte, su abusada salud, su soledad, sus depresiones, incluso sus cesiones al mal, sus dudas  y sus proyectos, que van desvaneciéndose al paso de los años.  

IV. 
La voluntad literaria de Mankell es palpable. Que se trata una serie del género best-seller nos lo recuerda la repetición de fórmulas, estructuras, temas, modos de resolver, personajes extremos, la velocidad de los hechos, la dosificación de sorpresas... Pero también somos conscientes de su aspiración estética, de su estilo realista -en algunos momentos crudo e incomodante-; de su buen manejo del diálogo, de su pintura justa de paisajes y ambientes; de esos párrafos largos, necesarios para explorar un estado anímico o una consideración ética; de esas frases breves con las que decir mucho sin apenas decir.