AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



domingo, 5 de junio de 2011

Aproximación al desconcierto, de Javier Sánchez Menéndez: cuatro notas


I. Desde mi poca geometría, he pensado este título: la verdad es que si te aproximas al desconcierto, debes hacerlo desde alguna otra parte, algún concierto debe de haber. Plessner dice que el hombre es el ser que tiene la posibilidad de ser excéntrico a sí, de distanciarse de sí mismo, para verse mejor, o simplemente verse. El desconcierto es parte del misterio de la vida, quien se crea rey y señor del centro de su misterio debe ser tan obtuso como un menhir, o acéfalo sin -naturalmente- haber caído en la cuenta. 

II. Desde mi experiencia aeroportuaria, leyendo los versos de Javier Sánchez Menéndez, me he acordado de lo que pasa con las maletas. Viajas y en la facturación te ponen una etiqueta en el asa, NYC, SIN, MEX... Y una vez vuelto a casa, no puedes dejar las etiquetas puestas, para que te recuerden y recuerden a los demás: "soy de los que han estado aquí o allá". Las etiquetas poéticas militantes más que vestir, desvisten al poeta, hasta hacerlo invisible.

III. Desgarrado a veces, irónico, y también con ternura, de esa que no es gratuita sino recia, Javier, con la autenticidad del que se aproxima sin ocultar una llaga -llaga que todos tenemos, poetas y resto de mortales-, y con ella y más cosas hace, o él se hace, poema. Me impresiona ese pulso con Dios -él escribe dios-, que pone el poema en pie, sin acabar de dar nada por sentado. Ya hacía tiempo que el estado de bienestar poético había exiliado a Dios. Pero ni la Nocilla puede acallar esa misteriosa inquietud que en buena medida nos configura. 

IV. Y finura de oficio y salero de los buenos: léase "Primer amor"; y metafísica elegante y breve: "Ejercicios de represión"; y la imagen concreta junto al concepto y la temperatura cordial, e hiatos que te dejan atando cabos mientras la poesía sigue haciendo su efecto desconcertante: "Ejercicios de irreverencia".

La poesía -y la vida- no deja de desconcertarnos; si aún nos queda humanidad, no podemos permitirnos el lujo de no acercarnos.