AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



miércoles, 30 de noviembre de 2011

Cúpulas y capiteles, de José María Jurado en Colección Álogos: cuatro notas



I.
Sencillamente, fascinante, este Cúpulas y capiteles. Entradas del blog La columna toscana (La Isla de Siltolá). Basta que alguien cree un género (Javier Sánchez Menéndez), y se licue de insignes ejemplos, para que alguien (José María Jurado) lo reviente por sus más confiadas cañerías y se desparrame como una carcajada imprevisible por sus ya descosturas. Porque es un género este Álogos, este traer a la pérdida diferida de las páginas, lo que es instantánea pérdida -esa escritura generosa- en el vértigo mudo del blog. Otro “formato” de la codicia indeclinable de ser presencia en el solar del perder que es el vivir; que siempre ha sido.

Duchamp creía que lo había hecho primero, cuando se hurtó aquel urinario y lo iluminó bajo otra luz. Iluso (y guarrete). Sería que los burgueses andaban muy somnolientos, o Gombrich aún no había llegado, o la caja registradora no daba para historias (del arte): al final, entre uno y otros, todo quedó en la misma familia de escandalizadores y escandalizados. Pero aquí tenemos la traslación a escala humana, digna, alta, en gracia; del derrumbadero digital de cada día, a un alfeizar soleado y amparado de un vidrio esbelto y su rosa al goache poco untado de Gaya, esperando el prodigio del buen leer.

Para decir lo que es, no es, pudiera ser un blog, remito a mis Enriques (B y G-M); que yo mejor no lo diría.

II.
Jamás había leído tanta inteligencia, sensibilidad, ficción, cultura… palpado un encaje así, de Valenciennes, a la aguja de las palabras. Y ahora ya.

III.
Baudelaire hacía toda esa defensa de la crítica literaria partisana, interesada. No le faltaba razón. Nos gusta más lo que más nos gusta, je. Y ya hace tiempo que los “contenidos” y las perspectivas volvieron a la crítica, y reconocemos que mostramos incorregible arrimo a lo que, más allá de la forma de todos reconocida, nos habla de lo que también nosotros pensábamos. Así, no puedo evitarlo, me voy con lo que también decía Azorín en “Zaguanes”, a lo que a mí también me repugna y sobrecoge en “Réquiem por baby P.”, a esa antigua “Verdad de la poesía”, a toda esa suite ‘Música de capilla’ de pulso y plectro y planto y plenitud cristianas.

IV.
Fantásticos los microcuentos de ‘Las mil y una noches’, las semblanzas de ‘Dramatis personae’ –aquí he de decir que el affaire Galileo es algo más complejo que lo que la vulgata urbana pregona-, y el ‘Prologuillo’ y todo…

Bueno, queden allá esas Cúpulas y capiteles, y aquí esta partisana reseña, esperando las inexorables aguas del sumidero digital.