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¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



domingo, 29 de enero de 2012

Underworld, el despertar: pero qué miedo

Caminaba yo por Madrid hace nada y me encontré con un cartel de una chica con dos pistolas. "¿Pero esa no es...? Sí, sí es... qué miedo". Hace ya unos cuantos años, con unos amigos, comencé a ver Underworld. La verdad es que es difícil que me siente a ver algo así, pero la amistad -vamos a contradecir un poco a Cicerón- va más allá de coincidencias en gustos concretos -pero si además se coincide, pues oye, bien también-. Total, que comencé a ver a aquella chica que estaba en cuclillas, bajo un filtro azulado, vestida de cuero, bajo la lluvia -creo que llovía-, como rezando algo que resultaba ser una breve narración para situar al espectador. Y luego, pues comenzaron a salir hombres lobos y vampiros, y no sé si alguna loba y vampiresa -que está claro que tienen el mismo derecho a morder que el resto de los inmortales-.

Y en esas estábamos cuando van apareciendo los amigos del mordisco, y la verdad, con unas pintas de lo más humano. Ahí fue donde me invadió una curiosa sensación de miedo. Me recordó a la pura realidad: la noche poblada de gente con apariencia muy normal -incluso alguno se parecía a alguien que había visto en la cola del supermercado- pero que en el fondo tienen unas intenciones no tan normales. ¿Estaremos ya en underworld sin saberlo? ¿No escribió este guion Darwin, ya hace unos sigletes? Me levanté y me fui preocupado, y asustado. 

*

A la chica de la película secuela ahora la criogenizan durante doce años y al despertar descubre que espera una cría. Mira qué curiosa etimología me he encontrado. Al menos me llevo eso.