AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



viernes, 19 de abril de 2013

Dos ideas para enseñar a escribir a jóvenes



Ayer di un taller de escritura a algunas profesoras de lengua de un colegio. Un taller de reciclaje, porque en la escritura todos andamos expuestos a la contaminación del lenguaje oral, y porque a esta ladera de los Pirineos la pedagogía ministerial o autonómica ha preferido desde hace unas cuantas décadas que dediques el tiempo a aprender otras cosas en el aula, antes que a leer y a escribir.  

La última parte la dedicamos a la posibilidad de iniciar un taller de escritura con los alumnos. Llevábamos un buen rato ocupados con las fases del proceso de la escritura, descubriendo errores típicos, rasgos de elegancia y estilo, procedimientos para la claridad informativa, la imagen del lector inscrita en el texto... así que era el momento de descansar y ascender un poco al mundo de las ideas. Y principalmente hablamos sobre dos:

La primera, que enseñar a escribir no puede ser una obsesión colectiva por evitar el error. ¿Una definición?: enseñar a escribir es facilitar el descubrimiento de la escritura como expresión y comunicación de ti -no escribo "de la persona" porque quiero que suene aún más personal-. Los errores gramaticales se disuelven cuando el chico o la chica desean escribir: entonces  la escritura pasa a ser una dimensión importante de su vida; entonces las reglas se aprenden a una gran velocidad (como se aprenden las de la informática de usuario para estar en Internet); entonces, el error... sí, siempre hay algún error, ¿quién no los comete?

Y la segunda: cuando el alumno te entregue un escrito, busca e indica primero lo positivo: siempre hay mucho más de positivo -si estamos pensando en términos de expresión y comunicación-; siempre es mucho más importante el esfuerzo, la ilusión, el ejercicio de introspección, el tiempo pasado en la habitación de la intimidad, el deseo de comunicar, la confianza para mostrar lo escrito, la apertura a las orientaciones de la persona a la que se le ha otorgado la autoridad... sí, esa persona con una vocación maravillosa: nada más y nada menos que el profesor. 

Ilustración: Caminando por la playa, JM Mora Fandos (ceras sobre papel).