AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



sábado, 27 de febrero de 2016

Odisea de Homero: cuatro notas de relectura

I.
Uno de los pasajes más conmovedores de la Odisea es el encuentro de Ulises y su viejo perro, Argos. Veinte años ha esperado Argos, ha subsistido en el abandono de quienes debían cuidarlo, y no lo hicieron. Ausente el amo, se relajaron los cuidados de las cosas de la casa. Así como la negra noche encierra a los hombres en sí mismos y limita sus acciones, pues de igual manera una tristeza viene pesando sobre el hogar de Ulises. Llegamos ahora a esta escena, breve, intensa: el perro viejo yace sobre un montón de estiércol a las puertas del palacio de su amo. Imagen dura, emblema de desamparo, que prepara el clímax emocional: Ulises, disfrazado, dialoga con un porquerizo; Argos, al percibir la voz del amo, yergue la cabeza, Ulises se acerca, el perro agacha las orejas y bate el suelo con la cola: más fuerzas ya no le asisten. Ulises "desvió su mirada, enjugóse una lágrima". Entra en el palacio. Argos muere. Continúa la Odisea

II.
Siempre se lee desde un lugar, hacia otro lugar. El texto es un alto, un promontorio, de transitoria habitación.

III.
Penélope reconoce a Ulises, el texto exalta el encuentro, y Homero, como suele, pinta una imagen para ese momento, intensificado así y como absuelto del sucederse del tiempo. Solo brevemente. Es el ritardando del arte para que paladeemos la dicha que, como todo, se escapa. ¿No es eso lo que hacemos con lo grande y lo bello, intentar retenerlo con imágenes, palabras, signos, rituales? 

IV.
"Odiseo lloraba, abrazado a su dulce y honesta esposa. Así como la tierra aparece grata a los que vienen nadando porque Poseidón les hundió en el ponto la bien construida embarcación, haciéndola juguete del viento y del gran oleaje; y unos pocos, que consiguieron salir nadando del espumoso mar al continente, lleno el cuerpo de sarro, pisan la tierra muy alegres porque se ven libres de aquel infortunio: pues de igual manera le era agradable a Penelopea la vista del esposo y no le quitaba del cuello los níveos brazos." (Trad. Luis Segalà y Estalella).

Pero era Ulises el náufrago, y Penélope quien acogía; Ulises, el mar, el peligro; Penélope, la tierra, las raíces. ¿Por qué ese intercambio de valores en la metáfora? Extrañamientos familiares que la gran literatura nos regala; familiaridades extrañas que establece con la vida. 

miércoles, 10 de febrero de 2016

Miércoles de Ceniza, de T. S. Eliot: nueva lectura

Vuelvo a abrir la edición de las obras de Eliot por el día de hoy: Miércoles de Ceniza. Era 1930 y Eliot tenía 42 años.

Porque no espero volver otra vez
porque no espero
porque no espero volver
a desear el talento de este, o la habilidad de aquel,
no me fuerzo a esforzarme ya por cosas tales
...

Una guerra increíble, un periodo tenso prebélico, un matrimonio roto, una conversión religiosa. Se dice que deberíamos olvidarnos del poeta para encontrarnos con el poema. Sí, yo también lo digo y lo enseño. Pero el lector es soberano para invitar a su lectura a quien quiera, y nadie podrá censurarle si se hace acompañar del autor. La lectura, la vida, no es para la soledad. 42 años dan para haber sido acariciado por la ceniza muchas veces, y para esas intuiciones, sutiles, que salvan.