AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



miércoles, 31 de agosto de 2011

Ocultar para ver

Ahora mismo está todo en la nevera. El cuaderno de Florencia, con sus tapas rojas, reposa en silencio. No sé cuándo vendrá el momento de sacarlo. 

Ahora, vuelto a las obligaciones, tengo motivos de sobra para no abrir la nevera. ¿Qué ocurrirá cuando vuelva a las anotaciones de entonces? El hecho me infunde cierto respeto y cierta emoción. Lo que ahora son imágenes en la mente, o fotografías hechas por un amigo -me resistí a fotografiar nada-, palidecerán cuando lea lo que escribí. Vendrá la descongelación y me encontraré con aquel yo, aquel amigo. A partir de una frase breve, de una serie de palabras garabateadas con prisa, se levantará cálidamente la cúpula del Duomo, notaré el empedrado inseguro de la strada di San Gallo, tantas veces caminada, hasta el Baptisterio, y vuelta. Recuperaré mi Florencia. Me recuperaré.

Y después vendrá la escritura..., donde acabaré de ver lo que vi, porque nunca se acaba de ver nada de una sola vez. Porque ver, ver de verdad, no se da sin un pre-ver y post-ver. Por eso hay quienes ven muy poco.

Una palabra puede valer más que mil imágenes, si es una palabra anotada desde la intimidad. E igualmente un clic fotográfico. El secreto, como siempre, está en saber mirar. 

lunes, 29 de agosto de 2011

Teoría de la cordura y de los hábitos del corazón, de Higinio Marín: cuatro notas



I.
Uno nunca sabe la trascendencia total de sus actos. Lo leí en junio, y no sé hasta dónde llegará la lectura de este libro en mi vida, pero intuyo que lejos. Decir que es el mejor libro de filosofía que he leído en los últimos cinco, diez ... años no sé si sirve para algo, seguramente no. No me gustan ni las estadísticas ni los superlativos, al menos para las cosas que, verdaderamente, importan.

II.
Pues se trata de este ensayo del filósofo Higinio Marín, publicado en Pre-Textos: pensamiento vivo, cercano, inteligente, cordial y cuerdo, que al final es la misma cosa, como venimos a comprender al hilo de las páginas. Él escribe: “meditaciones filosóficas sobre la intimidad y los hábitos que la constituyen, inevitable y esencialmente vinculados a la configuración genealógica y biográfica del recuerdo y la memoria: de los hábitos objetivos que llamamos ‘tradición’ y de los subjetivos que, según se propone, podemos llamar ‘corazón’”. 

III. 
Marín no duda en ir al reencuentro de los textos a los que debe tanto su identidad: la Odisea, las Tragedias de Sófocles, la Eneida, la Biblia –de un modo especial, el Génesis–Las confesiones de San Agustín, El QuijoteMoby DickEl Señor de los anillosChesterton… Y en el bando canónicamente filosófico, Aristóteles, Platón y numerosos autores modernos, Descartes, Rousseau, Hegel, Kant, Kierkegaard, Nietzsche o Freud: con todos evita el simple antagonismo para afirmar las propias tesis; la clave es el diálogo que busca convergencias y divergencias, para aquilatar la síntesis que se pretende. Y junto con estas fuentes, el autor trae a colación sus creencias religiosas, como dimensión ineludible de su propia configuración cordial.

IV. 
En este diálogo entre tradición y libertad, Marín se zafa tanto de tradicionalismos atávicos como de "todo-vale"s postmodernos. Y va honestamente a lo que le ocupa el corazón y la razón: la necesidad de "salir" y de "volver", la piedad, la muerte, la memoria, el olvido, la sexualidad y el pudor, la hospitalidad, el cuidado, la vocación, el baile o el recuerdo del Paraíso, el perdón, la admiración y la esperanza.

Ya digo que no sé dónde acabará esta lectura. ¿Acabará?

sábado, 27 de agosto de 2011

De vuelta


Bueno, pues ya estamos de vuelta, no “de vuelta”. Porque se trata de volver a uno mismo, no resabiado, sino enriquecido por el viaje.

Tuve la oportunidad de ir a Florencia, y allí estuve. Yo iba ya vacunado contra el síndrome de Stendhal, o también llamado síndrome de Florencia, el que le dio al pobre hombre al contemplar tanta belleza allí mismo. Aun así, tuve que resistir unas cuantas tentaciones. La mirada del asceta es la mejor para estos ámbitos: permite ir a lo esencial. Yo no soy un asceta, pero lo intento. No me refiero a un asceta en el sentido tradicional. Quien tenga ese carisma, adelante. No es el mío. Pero sí que hace falta cierta ascesis para ser feliz. Bien, pues fijé unos cuantos objetivos para el festín, y me desentendí de todo lo demás.

Ya sólo pasear por Florencia es una delicia. Pasear despacio, dejando que una perspectiva, un serpentín cromático de fachadas sienas, ocres, salmones…, el Duomo que flota sobre todas la tejas de la ciudad, un fresco de la Madonna del siglo XIV empotrado en una esquina te lleven suavemente de los ojos, como Beatriz a Dante.

Y… ya iré contando. 

Pero vuelvo a la vuelta: un buen viaje es aquel en que percibes que cuanto más te adentras en lo nuevo, más retornas a tu intimidad.

lunes, 1 de agosto de 2011

Cerrado por vacaciones


Bueno, ha llegado el momento de descansar virtualmente, que es un verdadero descanso. Nos vemos el 1 de septiembre. Muchas gracias a todos y todas los que seguís este blog.

Pero no cerremos los libros. Ya sabéis, con respecto a la lectura, non multa, sed multum, y yo añado sapienter.

¡Feliz medio verano!