Hoy me he reencontrado con un pasaje del Evangelio que he meditado muchas veces. ¿Por qué este? Ahora se verá:
Mat 9:23-26 Cuando llegó Jesús a la casa de aquel hombre y vio a los músicos fúnebres y a la gente alterada, comenzó a decir: -Retiraos; la niña no ha muerto, sino que duerme. Pero se reían de él. Y, cuando echaron de allí a la gente, entró, la tomó de la mano y la niña se levantó. Y esta noticia corrió por toda aquella comarca.
Como si se tratase de un óleo, siempre me quedo mirando a los músicos. Los músicos “fúnebres” están allí, seguramente tocando algún tipo de flauta, al ritmo lento de un grave tambor. Son los encargados de dar el patetismo a la escena, ya de por sí saturada de emoción -esa exacerbación del dolor, alguna explicación antropológica tiene, que no he estudiado, ni me da ahora para hacerlo-. Y cuando Jesús dice lo que dice, con ese laconismo que derriba la escenografía del sufrimiento de un mundo antiguo atiborrado de mitos, va y los tíos se ponen a reír. Esta es una demostración de la distancia del artista con respecto al contenido de su actuación. Toca una marcha fúnebre, y a continuación se ríe a mandíbula batiente, y además con bastante poca gracia. Es verdad: si el artista no estuviera distanciado, no podría ni llevarse la flauta a los labios –ni declamar un discurso, ni escribir con preciso arte un poema o un relato-, pero…
No sé si Nietzsche comentó alguna vez este pasaje. De haberlo hecho, estaría totalmente de acuerdo con los músicos fúnebres, de esa estimulación emocional del momento trágico, y de su distancia artística. Ay, Federico, ya se ve que no tenías una hija anoréxica –ni ninguna otra, reconocida al menos-, porque, como apunta San Lucas al comentar el mismo pasaje, después del –Niña, levántate:
Volvió a ella su espíritu y al instante se levantó, y Jesús mandó que le dieran de comer.
Tiene algo de razón Horacio cuando escribe, refiriéndose a un actor: "Si vis me flere, dolendum est tibi primum" (Si quieres que llore, primero te ha de doler a ti). Y junto con eso, sigo pensando que el distanciamiento del artista es necesario. Pero cuando se confunde realidad con ficción en la vida cotidiana, el artista debe negarse a participar. Excitar la morbosidad humana no es bueno para nadie. Y el artista se vuelve, finalmente, un cínico. Y ya tenemos bastantes.