AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



miércoles, 28 de septiembre de 2011

Un brindis a la buena educación

Hace poco me encontré con este entrañable poema de Gerardo Diego. Entrañable porque habla de educación, de la mejor; porque el poema está cargado, por la coyuntura vital del autor, de honda humanidad (y porque el patio está como está).

En la primavera abrileña de 1920, Gerardo llegó al Instituto de Soria como joven profesor de literatura –pronto la vida cultural de la ciudad hallaría en él un digno suplente para otro poeta-profesor que acababa de partir, Antonio Machado-. Poco antes de dejar Santander, había brindado con sus amigos modernistas por el nuevo destino, y por algunas cosas más. Este es el brindis:

Debiera ahora deciros:-"Amigos,
muchas gracias", y sentarme, pero sin ripios
Permitidme que os lo diga en tono lírico,
en verso, sí, pero libre y de capricho.

Amigos:
dentro de unos días me veré rodeado de chicos,
de chicos torpes y listos
y dóciles y ariscos,
a muchas leguas de este Santander mío,
en un pueblo antiguo
tranquilo y frío,
y les hablaré de versos y de hemistiquios,
y del Dante, y de Shakespeare, y de Moratín (hijo)
y de pluscuamperfectos y de participios,
y el uno bostezará y el otro hará un guiño.
Y otro, seguramente el más listo
me pondrá un alias definitivo.

Y así pasarán cursos monótonos y prolijos.
Pero un día tendré un discípulo,
un verdadero discípulo
y moldearé su alma de niño
y le haré hacerse nuevo y distinto,
distinto de mí y de todos: él mismo.
Me guardará respeto y cariño.

Y ahora os digo:
amigos
brindemos por ese niño,
por ese predilecto discípulo,
por que mis dedos rígidos
acierten a moldear su espíritu,
y mi llama lírica prenda en su corazón virgíneo,
y por que siga su camino
intacto y limpio,
y por que este mi discípulo,
que inmortalice mi nombre y mi apellido,
... sea el hijo,
el hijo de uno de vosotros, amigos.