AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



jueves, 25 de marzo de 2010

Echarle un par

Tengo una debilidad casi morbosa por la sintaxis. Mis alumnos lo saben, y tiemblan (no tanto). Creo que los que nos dedicamos al latín tenemos esta propensión. Si me psicoanalizo unos instantes, no me viene a la mente otra imagen: es la red vial de la inteligencia. Sine sintaxis, nihil.

-Hoy atacaremos una oración de César, del pasaje del asedio a Bibracte.

-Oiga, llevamos toda la semana atacando fortificaciones.

-No os preocupéis, descansaremos en la cumbre.

Así que no hace falta que nadie me convenza de lo importante que es el análisis en la educación.

II

La sintaxis es condición necesaria, pero no suficiente… ¿de qué? De una educación digna. No es suficiente porque hacen falta otras dos patas para que esta mesa se sostenga, y resulta que las otras dos patas no están llegando al suelo: la lectura y la escritura. Nuestros planes de estudio bachillerantes –me gusta más en participio de presente que de perfecto, da más esperanza de que se esté haciendo algo, aunque sea una ilusión de sentido- exigen que los alumnos alcancen un exquisito nivel de analistas textuales, capaces de manejar metalingüísticas como cohesión, adecuación, coherencia, modalización, deixis… como si fuera el joystick de la Playstation; de que se enfrenten con bien trabadas columnas periodísticas, transidas de ironía, amalgamadas de capas de significación, electrizadas de retórica varia. Pero: algo falla cuando el análisis presentado va trabado de faltas ortográficas, transido de ausencia de tildes, amalgamado por ausencia de puntuación, cortocircuitado de sentido. Su carácter pandémico y meta-autonómico nos habla de que Iberia seguimos siendo una unidad de destino.

Los planes de estudio ministeriales o autonómicos parecen horneados a base de abstracción y más abstracción. Serán cosas de la postmodernidad: tan listos somos que no dejamos de analizarlo todo, no vaya a ser que algo quede sin desenmascarar. El análisis es lo único que merece la pena. El análisis puede estar bien para una academia de vivisectores y taxidermistas, pero si es la coronación de una decadita –nada más y nada menos- de enseñanza de la lengua y de la literatura en la vida de un joven, entonces todo se parece al guión de una película gore de gente “curiosa” que sólo se lo pasa bien con cadáveres.

III

Volvamos a las otra dos patas. ¿Dónde queda el fomento de la lectura? Fomento de la lectura es eso que siempre está fuera de la escuela, que organizan unos organismos oficiales y unas editoriales. Para la escuela dejamos la cámara de torturas de los paradigmas y las taxonomías. ¿Dónde queda el fomento de la escritura? Fomento de la escritura es eso que siempre está fuera de la escuela, que a duras penas organizan unos organismos oficiales y que parece que sólo se lo toman en serio algunas instituciones privadas, conocidas como escuelas de letras o similares. Aquí hemos tenido más misericordia, y hemos evitado a los chavales/as este tormento. Mejor no escribir.

Sin fomento de la lectura gustosa –y hay que echarle tiempo en el aula- y sin el ejercicio de la síntesis creativa por la escritura –y hay que echarle todavía más-, seguiremos alimentando una educación gris, de vivisectores y taxidermistas. Hay que echarle ese par.

IV

Quede claro que esta crítica es hacia un sistema y un modo de entender y ordenar la educación, y nada tiene que ver con los magníficos esfuerzos que tantos docentes realizan a diario por abrir las ventanas en el aula.