AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



lunes, 8 de marzo de 2010

Identidad narrativa I

Desde hace un tiempo vengo leyendo a autores que hablan sobre la identidad narrativa, como MacIntyre, Ricoeur, Marías. Pueden ser cosas de la edad, esa en la que ya se tiene un considerable pasado a las espaldas, y al mismo tiempo se augura que todavía queda bastante guerra que dar. En esa edad uno se percibe narrativo: cuando alguien le hace un poco de caso, uno se pone a contar una historia, como Eneas cuando Dido en la Eneida le pregunta quién es. Saberse uno mismo, decirse a uno mismo, a estas alturas parece que sólo tiene interés si se hace narrativamente. La información del dni no deja de ser una tremenda ironía sobre lo que podrá saber un Estado sobre quién es realmente el sujeto en cuestión.

Nuestra identidad tiene una dimensión narrativa. Acciones que conforman identidad, como imaginar nuestro futuro a través de un proyecto que mejorará quienes somos; asumir la posibilidad de una vida en común con determinada persona; pedir perdón para reparar una fractura y poder seguir creciendo; o hacer un examen de conciencia con profundidad que permita la emergencia de una imagen lo más fiel a la verdad de uno mismo, tienen una necesaria estructura narrativa. Es más, podríamos decir que evitar el ejercicio narrativo, “vivir el instante” fragmentariamente, es incapacitarse para el futuro y para el pasado, para esa unidad de vida que los aúna, y sin la cual es impronunciable un “yo” con auténtico sentido personal.

No sólo la identidad tiene que ver con la dimensión de “ser agente”, también hay otros factores que nos aportan identidad, como la herencia genética, familiar, social, cultural. Pero parece que nuestras acciones pueden subsanar esencialmente cualquier herencia adversa, que uno por encima de su calvicie y de otras cuestiones de mayor calado, quiere ser alguien “con argumento”, como dice Marías. Un buen guión puede salvar la ausencia de una buena fotografía, o no digamos de efectos especiales. Cuando Eneas le cuenta su historia a Dido –cuando se cuenta a sí mismo-, sabe que tiene un gran argumento: un gran pasado y un impresionante futuro; inmerso en un sinfín de peligros, paradójicamente, su identidad va segura, porque se inscribe en un gran arco de sentido que da una fuerte unidad de vida. Así se presentan los héroes en la épica, y basta su presencia locuente para transmitir su solidez identitaria al narrar la trama en la que se encuentran, y convertirse en modelos de identidad para el lector. (Como aprendí en la televisión de mi infancia, esto “continuará”).