Ita fac, mi Lucili: vindica te tibi, et tempus quod adhuc aut auferebatur aut subripiebatur aut excidebat collige et serva.
Haz así, querido Lucilio: reclámate a ti mismo, y recoge y guarda ese tiempo tuyo que hasta ahora te arrancaban, o te hurtaban o simplemente se te iba.
Así comienza la primera epístola de Séneca a su querido amigo Lucilio. Y en la primera frase ya intuye el consejero algo muy profundo: reclamarse a uno mismo, y recoger y guardar el tiempo, es lo mismo; porque somos de tiempo. Y recoger y guardar el tiempo, es recogerse y guardarse. El tiempo para Séneca es un bien fundamental de la persona; todavía no es esencia del ser personal. Cae en el ámbito del tener, aún no en el del ser.
Para llegar a saber eso habrán de pasar bastantes siglos. Pero en esa primera frase, se pulsó una cuerda eterna.