He terminado de leer Suite francesa, de Irène Némirovsky. Una novela inacabada, posiblemente a menos de la mitad de lo que la autora preveía, según se lee en sus apuntes. En ellos se cita Guerra y paz de Tolstoi como el texto de referencia para la escritura. La propia Némirovsky muestra sus cavilaciones sobre el sentido de Suite francesa, y aparece la idea de ser un gran mosaico de la vida. Esta idea también se dice de Guerra y paz, y es habitual encontrarla difundida entre la crítica de la novela del ruso. Pero es una idea limitada; con su verdad, sí, pero insuficiente. Este tipo de novelas nunca son ese mosaico, o ese espejo, tal cual. Si así fuera, ¿de qué serviría?
Un escritor no cuenta “la realidad”, sino su encuentro con ella. Al final, lo que importa es cuanta mayor verdad –humana, misteriosa, bella, difícil y sencilla- ese encuentro de un hombre o una mujer con la realidad pueda hacer presente en la literatura.