Relato: ‘relatum’, supino del verbo latino ‘fero’, traer. Relatar es traer, traer por necesidad lo que no estaba aquí, lo ausente.
Qué pobre es una vida sin relatos, como cuando se va a visitar un piso-piloto (curiosísima expresión): la desnudez es tanta que hasta se multiplica en el eco de nuestras palabras; la frialdad visual provoca en nosotros un movimiento anímico de defensa y autoconservación, y nos ponemos inmediatamente a poblar imaginativamente el lugar con tresillos, pinturas, lámparas, alfombras, y estanterías rebosantes de libros.
Por la lectura literaria poblamos nuestra vida: seguimos a esa voz que relata, que trae lo todavía ausente. La desnudez interior personal es una ausencia, pero la ausencia no es la nada. La ausencia es el negativo de la presencia. Así que por nuestras ausencias encontramos el hilo de Ariadna que nos conduce a las presencias necesarias. El hombre es un ser llamado al perpetuo juego de las ausencias. El relato es uno de sus juguetes favoritos.