Es algo que suele suceder con los muertos: lamentar no haberles dicho a tiempo cuánto los amabas, lo necesarios que te eran. (…) un día adviertes que aquel que te ayudó a ser quien eres se ha ido de tu lado y, entonces, te dueles inútilmente de tu ingratitud. (M. Delibes, Señora de rojo sobre fondo gris, p. 54).
Mientras vivimos, mientras escribimos, se pasa la gratitud a los dones, como a los soles, invisibles de puro volver. Sin agradecimiento no hay escritura, de la que nos hace. Ni lectura, de la que nos rehace. Escribir, leer, al fin y al cabo, maneras de ser y estar, agradecidamente, con el otro.