Estoy leyendo Invitación a pensar, del filósofo Jaime Nubiola. En su primer apunte, me regala esta cita de Pascal: “toda la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: el no saber quedarse a solas en su habitación”. Gracias, Jaime.
La verdad es que me he quedado muchas veces a solas en la habitación. Espero estar acumulando puntos por estas ausencias entre lo urgente del mundo. Ausencias que son presencias invisibles, en bata y pantuflas. Presencias que apuntalan silenciosamente la vida.
Son ratos en los que no hay nada que hacer, porque todo está por hacer. Ratos de gran potencia, porque tanto es todavía posible y no hay nada definitivamente perdido; si puedo leer los pensamientos ascendentes y aromáticos del té, o sentir el tacto del papel que mi mano roza al bajar por él con una tinta ocurrente, o al menos sincera. Momentos para echarle un vistazo a lo vivido, para guiñarle un ojo a lo por vivir.