¿Se puede ser amigo de un libro? En un sentido metafórico, como tener afición por ese libro que mucho o poco nos ha cambiado, esta pregunta no hace daño. Pero a mí me pica. Me muerde.
Más allá del papel y la tinta, de la atmósfera mediática, de las opiniones de los demás, incluso más allá de la máquina textual casi perfecta de cualquier gran libro, que se enciende con el runrún delicioso de un motor de Audi, creo, sinceramente, que hay alguien.
¿Está el autor? Sí, pero en un sentido muy relativo y lejano. Alguien habla más allá de las palabras, una presencia alienta todo el gran sentido de esta conversación que no ha sido engendrada por el cinismo, sino por la amistad.
Sin un poco de fe profunda, ni siquiera confesada a nosotros mismos, ni leeríamos ni escribiríamos. Y sin embargo lo hacemos. Y queremos hacerlo mejor.