Todo fluye, de Vasili Grossman: una novela que me ha conmocionado. Esas novelas, además de en sus márgenes, en el cuaderno, uno ya las ha anotado sin saberlo en algún pliegue del alma.
Un gran párrafo, que habla de un hombre con una conciencia herida:
Pero ese día sólo deseaba que unas manos buenas le quitasen el peso de las espaldas. Y sabía que había una única fuerza ante la cual resultaba bueno y maravilloso sentirse pequeño y débil: la fuerza de una madre. Pero hacía mucho tiempo que ya no tenía madre, y nadie podía quitarle aquel peso. P. 56.
Si sólo la literatura sirviera para esa memoria de la madre, de la Madre, ya valdría la pena su existencia.