Acabo de cruzar el ecuador de Todo fluye, de Vasili Grossman. Esta vez, la libreta que procuro abrir unos segundos antes de abrir un libro, ha comenzado a llenarse de anotaciones. En la página 46 se lee:
Nikolái Andreyevich estaba desnudo bajo el traje de paño inglés.
Da Vinci decía de sí que no pintaba con las manos, sino con la inteligencia. Hace tiempo apunté unas cuantas ideas para una breve conferencia sobre el vestido, y seguramente la idea de Da Vinci fecundó la mía: nos vestimos con la inteligencia. La inteligencia, y la sensibilidad, y la imaginación, y la memoria, y la novedad, y la tradición, y el otro, y la comunicación, y la piedad, y la esperanza… el vestido, casi, es prescindible –si lo entendemos como palmos de tela, muda de humanidad y chillona de mimetismo-. Así, se puede ir desnudo bajo paño inglés.
Con un poquito de semiótica aplicada se podría mostrar cómo se construye qué vestido y qué proyecto de comunicación implícita para con los demás, y por lo tanto qué identidad. Y mejorar.
Si es que la semiótica sirve para todo.