Ya es tarde. Hasta la terraza del “Golfo
Norte” asciende el salitre del vaho marino, entre vaharadas de eucaliptus. Un
frescor húmedo se adhiere a los antebrazos. Frente al mar, a la izquierda los
cabos se ordenan en la lejanía y se entonan por fajas de gris cada vez más
blanquecino. El sol espejea sobre el agua en miles de láminas que se encienden
y se apagan. Una malla de nubes compacta, quieta, retiene el cielo.
(Golfo Norte, en Barrika, Vizcaya)
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