AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



viernes, 29 de julio de 2011

Mi sobrina, Ana Zanoni Mora, interpreta la Arabesque n. 1 de Debussy


Ahí está Ana, con sus doce años, con su deseo de ser criminóloga.
Y aquí está su tío, "embobao" y emocionado.

La educación sentimental, de Julián Marías



Un libro que siempre me ha parecido grande. Entre otras razones, por seguir las intuiciones vitales filosóficas a través de obras literarias. Un fragmento de la introducción:

Y nos asalta una sospecha: si acaso estaremos en una época de encubrimientos. Al lado de las increíbles perfecciones de este tiempo, de los decisivos hallazgos que en tantos campos ha realizado el hombre en nuestro siglo, no se puede ocultar el hecho de que la vida muestra ciertos síntomas de tosquedad, de pobreza, de monotonía, de inestabilidad; y, lo que es más, de sequedad, de prosaísmo. ¿No será que nos falta una adecuada educación sentimental?

Sí. Tenemos la inteligencia práctica y la voluntad hipertrofiadas, pero el corazón vaga como Tiresias, el ciego de Tebas sin un lazarillo.

miércoles, 27 de julio de 2011

La asombrosa transformación de joven altruista en gallina ponedora y otros horrores



Posiblemente pierda algún seguidor o lector por esta entrada, pero me da igual, porque lo que hay de fondo aquí es el sentido de la dignidad humana, y nuestra supervivencia como seres humanos.

I.
Las técnicas in vitro necesitan fecundar bastantes óvulos para que algunos salgan adelante. Los ya fecundados pero de "inferior calidad", se destruyen. No son cuatro células, es un embrión humano, por lo tanto, un ser humano, el más indefenso que existe. Y vaya por descontado que, en el fondo, se trata de una mercadería, óvulos por dinero y sensación moral de bienestar.

II.
Es una práctica frecuente, una orden tácita en muchos hospitales públicos, que se haga la prueba de la amniocentesis. Si se detecta que el bebé puede tener síndrome de Down, directamente se le "recomienda" a la madre que aborte. Y suele acabar así en el 90% de los casos, según  mis fuentes. Además, no son ya pocos los casos en que, al salir los trozos del bebé, se percibe que no tenía el Síndrome, que había sido un fallo "técnico" en el diagnóstico.

Por otro lado, ¿qué político no se hace una foto con una persona con Síndrome de Down, visita sus asociaciones, les promete e incluso da ayudas para que se inserten en el mercado laboral? Paradoja: "Sí, te apoyo mucho, pero ojalá no hubieras nacido; y voy a hacer lo posible para que no nazcan personas como tú". No todos los políticos hacen lo mismo, porque algunos retienen sentido de la dignidad. Pero este es el razonamiento cínico que está detrás.

III.
Y lo último, reciente: acaba de salir la noticia en el Daily Mail británico de la existencia de 150 híbridos humanos creados en laboratorios universitarios ingleses, con todo el consentimiento de las autoridades. Aberrante. Y además los ejecutores del asunto se justifican diciendo que ha sido un éxito, que curarán todas las enfermedades humanas, bla, bla, bla, ¡¡¡puaj!!!

¿Quieren saber a dónde van algunos de esos óvulos tan bienintencionados, además de a parejas que quieren un niño? Aquí van don enlaces, el del Daily Mail y el del blog de Juanjo Romero, con una foto espeluznante: ENMIENDA: dejo lo escrito y añado ahora que lo que se ve en esa foto es una escultura; le agradezco a mi amigo Poncietti que me lo haya hecho saber. De todos modos, no invalida el argumento principal: se está practicando hibridación humano-animal.

IV.
Los hombres y las mujeres no se fabrican, ni por la más altruista de las causas. Todo esto es el plan eugenésico de Hitler, pero con todos los medios genéticos actuales, y disfrazado de progreso. Se quiere crear el Übermensch nietzscheano, el superhombre que ansían todos los totalitarismos.

Hay que decir basta.

La ciencia no es Dios. No somos Dios. No seamos cómplices de esta gran deshumanización, apoyada por muchos poderes políticos y económicos.

Tablero de sueños, de José María Jurado: cuatro notas



I.
Hay libros que dejamos cerca, a mano. No sólo sabemos que volveremos a él, pronto: su presencia física ha entrado en el íntimo orden de vida de nuestro entorno inmediato. Y ahí, nos da aliento para seguir aspirando hacia arriba. Tablero de sueños, de José María Jurado (colección Inklings de Siltolá), ha llegado hasta ahí.

II. 
Hacía tiempo que no encontraba a alguien con tanta libertad de espíritu. Entendámonos: no estoy hablando de esa coartada para el cambalache, la ausencia de sustancia, el todo vale, que ha venido desde los 80's expediendo el visado de "arte" a cualquier cosa, y que aún colea. ¿Preparados?: transgresión. La única transgresión -es decir trans-gredior: caminar cruzando al otro lado-, la única que está al nivel de la dignidad humana, es la que permita al hombre, a la mujer, hollar una orilla más alta.

Porque Jurado presenta un magnífico ensayo a modo de poética que continúa la tradición de las "preguntas valientes", las que han abordado los grandes. Don, belleza, lenguaje, revelación, admiración, imitación y novedad, presencia, autocrítica... el autor va haciendo girar el diamante, presentando las distintas perspectivas, para que refracte su misterioso arco iris. Y finalmente apela a unos versos de un Canto de Pound, que vienen a recordar una actitud -quizás la más costosa del poeta-: PULL DOWN THY VANITY, arroja de ti tu vanidad.

III.    
Libertad de espíritu para escoger la forma lírica que mejor vaya a cada experiencia poética: haiku, soneto, poemas en prosa... (ajeno a la "Policía Montada de la Métrica", según su jocosa expresión, porque no hay dogmatismos si hay poesía). Y una apertura a las distintas epifanías de la belleza, que van estructurando el libro: el viaje, los destellos entre realidades inquietantes y penumbrosas, la experiencia religiosa -emocionante el poema "Cuaresma (día 9)"-, la música, la pintura, la escritura de los maestros. No es culturalismo -tan fácil, ¿verdad?, con internet-, es cultura encarnada. Y nos atrae el tesoro aludido, tanto como el modo de su apropiación lírica.

IV. 
Si tengo que hacer un propósito artístico-moral después de esta lectura, es el de dar siempre lo mejor. Al menos intentarlo.

lunes, 25 de julio de 2011

Una frase de M. Foucault: cuatro notas


Es preciso concebir el discurso como una violencia que hacemos a las cosas, en todo caso como una práctica que les imponemos. (M. Foucault, en El orden del discurso).

I.
De entrada, desconfío de quien invoca la violencia. El discurso, es decir, el uso que hacemos del lenguaje, ¿debe ser una violencia sobre las cosas, sobre el mundo? El lenguaje, el lenguaje concreto que utilizamos cada día, ¿una pistola, un cuchillo? 

II.
Creo que el lenguaje debe ser "cuidado de las cosas", "cuidado de las personas". Una sola palabra -dentro de un determinado contexto- puede destrozar a alguien; o puede salvarlo, elevarlo, absolverlo, perdonarlo. Si con el lenguaje cuidamos el mundo, se ve, en buena lógica, que hemos de cuidar nuestro lenguaje.

III.
Pobreza de lenguaje es un modo de hacer violencia a las cosas, al mundo, a las personas. Si no somos capaces de afinar, de tener palabras para el matiz, para el concepto profundo, para hacernos cargo de la complejidad y riqueza de las relaciones humanas, los demás se sentirán tratados superficialmente, incomprendidos, y no podremos "hacernos cargo" del otro. De ahí al silencio, a la indiferencia, hay un triste paso.

IV. 
Incluso el "cuidado de sí mismo" supone esa riqueza de lenguaje, que permita conocerse mejor y darse a conocer. Claramente, hay un fondo ético en todo esto: con mucha destreza de lenguaje también se puede manipular con gran eficacia. Si el lenguaje es verdadero cuidado del mundo, del otro, de uno mismo, se vuelve a unificar ese desgarrón que vivimos en la modernidad, entre la ética y la estética. En la búsqueda de esa unidad de vida, el lenguaje tiene mucho "que decir".   

viernes, 22 de julio de 2011

Una frase de María Zambrano: cuatro notas

Dejar algo en blanco, dejarlo sin pintar, es dejarlo sin dueño, deshabitado.
("El color", en Algunos lugares de la pintura)

I. 
Mucho contexto hace falta aquí, para entender con propiedad. El paso del hombre no se hace sin un tizne, un rasguño al menos. Quizá por eso el desierto sea inhabitable, inhumano; y que allí vayan los que esperen una salvación, una epifanía. Quizá el desierto esté en todas partes.

II.
Zambrano habla de esa habitabilidad del mundo, y del adueño que es propio del hombre. Pero la redención del mundo será pintura, o no será. En su opuesto, las huellas errabundas que borra un leve viento, o la agresión codiciosa.

III.
Dejar algo en blanco, abstención. El no querer estar, el querer no haber estado. El olvido.

IV. 
Llevar los colores al mundo, aprender de los maestros. "Poéticamente habita el hombre el mundo", sigue susurrando Hölderlin.

miércoles, 20 de julio de 2011

Miles y Coltrane en So What: cuatro notas sobre la heterogeneidad de la belleza


I.
Este vídeo lo he visto muchas veces. El tema es una composición de Miles Davis, "So What", de su álbum Kind of Blue. Una de las razones para esta recurrencia es que aparecen dos modos de hacer jazz, de crear; dos caracteres humanos que me han interesado desde hace tiempo.

II.
Miles tenía una técnica bastante imperfecta. En el vídeo se ve esa naranja que le aparece en el cuello cuando ataca una frase (creo que lleva el pañuelo de cuello para intentar ocultarlo un poco). Cualquier instrumentista de viento llama a eso hacer la presión donde no se debe, puede crear lesiones. No son pocas las grabaciones donde Miles falla en la primera nota: en esta misma, al inicio, cuando tocan ese tema tan sencillo. Y otras donde se le rompe un sonido en el registro agudo -y no tan agudo-. Sin embargo, Miles es un estilista, le saca belleza hasta a sus limitaciones; y no sólo un estilista, es un creador de vanguardia. Me acordaba de un comentario del editor Malcom Barral, en un taller que dimos en la Universitat Internacional de Catalunya, sobre escritura. Para él, Nada, de Carmen Laforet, es una grandísima novela, pero no está bien escrita. La belleza no siempre está en la técnica consumada. 

III.
Coltrane, que hace el segundo solo, tenía una técnica perfecta. Su sonido es sólido, sus frases están fuertemente apuntaladas, por un dominio de todos los músculos implicados. Comenzando por el diafragma, donde hace toda la presión -ahí se le ve, echándose hacia atrás para poner el diafragma en una posición de tensión máxima-; deja el cuello libre, modula los matices del sonido con los músculos faciales; su columna de aire es segura y ancha, derrama "sheets of sound", como lo llamaron a esas cascadas de notas. Coltrane no es un estilista, es un creador de vanguardia. Más abstracto que Miles, más armónico; Miles busca melodías y efectos. Coltrane explora todas las posibilidades tonales, inventa armonías.

IV.
Siempre me llama la atención el hecho de que al terminar el primer solo, Miles se fume un cigarrillo, antes del segundo. Eso es una pose -fue un gran "posador"-: un buen instrumentista de viento, no fuma entre solo y solo.  Y también que Coltrane esté tan concentrado en la música, en su exploración. Ambos fueron drogadictos. Miles descubrió a Coltrane, lo introdujo en su grupo. Los dos estaban enganchados a la heroína, y los dos superaron el mal hábito. Coltrane formó su grupo y se volvió hacia la dimensión espiritual y religiosa de la persona. De ahí nació el emblemático A Love Supreme. Murió a los 40. Davis siguió en los escenarios, haciendo fusión con todo tipo de música nueva, hasta el rap. Recuerdo haber asistido a un concierto suyo en los 80's, en la plaza de toros de Valencia. Llevaba una auténtica banda de rock, a todo decibelio, con un jovencísimo Marcus Miller en el bajo eléctrico. Murió a los 65. 

Dos músicos, dos caracteres, dos misterios, dos bellezas.

lunes, 18 de julio de 2011

Un Papa radicalmente postmoderno y la lectura


Ahora no me apetece empezar un análisis de la Modernidad. He nacido -hemos nacido- en ella, y ya está. La llevo en los genes culturales. Con sus aciertos y desaciertos. Entre los segundos, seguramente, la herida que todavía nos supura es la división férrea entre el espíritu, la razón y el corazón, que en muchos casos provoca comportamientos incluso personalidades esquizoides, desequilibradas (y creo que nadie estamos absolutamente vacunados contra esto; a la que te descuidas, estás viviendo así):

-se nos anima a ser los número 1 en el aspecto racional-productivo-técnico, pero se nos deja en la absoluta soledad y desconcierto en cuanto a lo cordial; 
-vida pública-racionalidad técnica frente a vida privada-irracionalismo, irresponsabilidad (no tengo que responder ni ante mi conciencia: ¿conciencia, qué es eso?); 
-una espiritualidad, del tipo que sea, que puede darme mucho sosiego interior, pero soy insensible ante las necesidades concretas de los otros, los más cercanos. 

Y entonces aparecen personas como Strauss-Kahn, que pueden ser muy "eficientes" en su trabajo, pero en su vida privada las otras personas dejan de serlo para convertirse en cosas que se utilizan. O Foucault: ingenioso, buen escritor, capaz de análisis perspicaces, académico en el College de France y en su vida privada un sadomasoquista -los sadomasoquistas, se tratan y tratan a los demás como cosas; no es un jueguecito sin mayor trascendencia-.

Cuando la Postmodernidad ha consistido en revelar estas patologías de la Modernidad, pero aceptándolas lúdicamente, en vez de corregirlas, un pensador como Jesús Ballesteros ha preferido llamarla Tardomodernidad. Y ha reservado el término Postmodernidad a planteamientos que tiendan a buscar la unidad de espíritu, razón y corazón: lo único que puede hacer a una persona equilibrada; y que la filosofía personalista, en sintonía con la tradición clásica, y tomando lo aprovechable de la Modernidad, está promoviendo.

Por eso, al releer unas páginas de ¡Levantaos, vamos! de Juan Pablo II -un libro de recuerdos escrito y publicado poco antes de su muerte, he pensado: he aquí un Papa radicalmente postmoderno. Entre otros pasajes, indico uno tan luminoso como el siguiente, al hilo de su opinión sobre la lectura:

En la lectura y el estudio he intentado unir siempre de manera armónica las cuestiones de fe, del pensamiento y del corazón. No son campos separados. Cada uno de ellos se adentra y anima los otros. En esa compenetración entre la fe, el pensamiento y el corazón, ejerce un influjo particular el asombro ante el milagro de la persona: ante la semejanza del hombre con Dios, Uno y Trino, y la profunda relación entre el amor y la verdad, el misterio del don recíproco y de la vida que nace de él, la contemplación del sucederse de las generaciones humanas.





viernes, 15 de julio de 2011

¿Qué es una lectura significativa?


Después de una lectura significativa (o la fruición de una película de gran calidad narrativa), el mundo me parece más claro, más nítido, más colorido: capto más a fondo la riqueza y la complejidad, comprendo mejor también los matices.
Cuando me encontré con este pasaje del libro Lo que queda de los medios. Ideas para una ética de la comunicación, de los especialistas en semiótica, análisis narrativo fílmico y comunicación de masas Gianfranco Bettetini y Armando Fumagalli, no tuve más remedio que anotarlo. Lectura significativa: la que tiene auténtico significado para el lector. Esto no es gratuito o casi tautológico. Estamos rodeados de textos que producen lecturas de poca significación personal, textos poco relevantes para el crecimiento del hombre o la mujer. Buscamos sentido para vivir, porque si no, la vida se hace insoportable. Una lectura significativa puede alumbrar un problema, despejar una bruma personal, pero al mismo tiempo nos hace más conscientes de la complejidad de lo humano y de su riqueza. Y en el plano moral, esto debería hacernos más humildes.

La lectura del esteta, el que evita lo significativo, porque no se deja interpelar personalmente por el texto, es una lectura fallida. Aunque se trate de un gran texto. Como decía Mallarmé: "La carne es triste, ay, y yo ya he leído todos los libros". 

miércoles, 13 de julio de 2011

Steiner y la memoria


Acaba de caer una tormenta mediterránea. Con sus alharacas de "ahora mando yo", su tremenda coquetería. Ya ha terminado de llorar. Mientras tanta agua, ¿qué? Pues he hojeado de nuevo un pequeño libro de George Steiner, un diálogo con Cécile Ladjali, profesora de literatura en un liceo parisino: Elogio de la transmisión.

Un gran pequeño libro. Cito algo grande, de Steiner:
Por eso lamento tanto el que no se aprenda nada de memoria. Aprender de memoria significa, en primer lugar, trabajar con un texto de una forma absolutamente excepcional. Lo que uno ha aprendido de memoria cambia con uno mismo, y la persona se transforma con ello, a su vez, a lo largo de toda la vida. En segundo lugar, nadie será capaz de arrebatárselo. Lo que uno sabe de memoria es lo que le pertenece a uno mismo, a pesar de los indeseables que gobiernan el mundo, de la policía secreta, de la brutalidad de las costumbres, o de la censura, que también existe entre nosotros y en todas sus formas. Constituye, pues, una de las grandes posibilidades de la libertad, de la resistencia. (...)
Creo sinceramente que, cuando se deja de lado el aprendizaje de memoria -y los jóvenes aprenden muy rápido de ese modo, algo admirable en verdad-, cuando se descuida la memoria, si no se la ejercita igual que un atleta hace con sus músculos, ésta se debilita. Nuestra escolaridad, hoy, es amnesia planificada.
Un poema, un salmo, una oración, un aforismo, muchos... Qué libres debían de ser los rapsodas homéricos, qué trabazón sólida la de sus espíritus; qué indigencia la nuestra, recién mojados por tormentas veraniegas que ya no acertamos a recordar.  

domingo, 10 de julio de 2011

El cerebro de Kennedy, de H. Mankell: cuatro notas



I. "Oscuro, oscuro, oscuro, todo se adentra en lo oscuro", así comienza una de las secciones de East Coker, el segundo de los Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot; y así parece terminar El cerebro de Kennedy, de H. Mankell. Cuando has leído ya unas cuantas de Mankell, te sobreviene esa doble sensación de encontrarte a gusto en casa con sus tics y maneras, y de cierto déjà vu que estimula la previsibilidad. Y, en fin, como es habitual, la novela termina con ese tono negro existencial, con algún tornasol de gris marengo.

II. Aquí había algo de ese gris: la incipiente reconciliación de Louise y Aron, y la relación filial de Louise con su padre. En algunos momentos me ha emocionado. Pero la novela negra es la novela negra. Me he acordado del dicho de Kant, pero traducido a un lenguaje de tinieblas: "Dos cosas llenan mi ánimo de estupor, siempre nuevo y creciente: el capitalismo salvaje sobre mí, y una inerradicable debilidad moral en mí". Porque eso es lo que Mankell viene mostrando desde hace tiempo, sobre todo -pero no solo- en las novelas sin inspector Wallander.

III. Dinero, poder, grandes corporaciones, Estados, laboratorios famacéuticos, que sobrevuelan invisibles, incidiendo en la vida de las personas particulares. Y hombres y mujeres concretos con pocos asideros morales y espirituales que son crujidos por los engranajes del poder. Casi siempre, lo que les mantiene es el sentido del deber profesional, un difuso sentido del bien y una repugnancia hacia lo extremadamente horroroso; y en el otro platillo de la balanza, un desorden afectivo y una falta de arraigo en tradiciones, familia, grupo, muy considerable. El alcoholismo persistente, la sexualidad "aqui te pillo, aquí te mato", y la sombra alargada del suicidio como un asiduo compañero de viaje, no pueden presagiar más que tragedia. La trama vuelve a ser barroca -sello Mankell-, las coincidencias y facilidades, lo habitual en el género, la sordidez moral narrada con perfil bajo y algunas estridencias, reaparecen. 

IV. Esta vez, Mankell aborda el tema de la experimentación con personas desahuciadas portadoras del VIH en países especialmente pobres de África -Mozambique-, para hallar una vacuna contra el sida. Inaceptable, ¿verdad? ¿Por qué? ¿Por qué se indigna el escritor y el lector al que va dirigido el libro? Por un principio moral no declarado en la narración, pero constante en ella, y que ha sido violado: la persona no es una cosa. tiene una dignidad intrínseca. Contra lo que se está argumentando en la novela es la teoría del "proporcionalismo ético" -también llamado consecuencialismo-: no cuenta el mal intrínseco de la acción, sino si sus resultados, consecuencias, bienes producidos, serán proporcionales al mal que se hace. Si lo son, la acción será buena. Si hay que sacrificar a alguien por el bien de toda la comunidad, se le sacrifica. 

Bien, Mankell, bien, vamos progresando.

viernes, 8 de julio de 2011

El artista, el don y nosotros

Este es un fragmento que el periodista Kapuscinski citó al final de su Conferencia de apertura del período lectivo de verano en la Universidad Jagielloniana de Cracovia -desconozco el año-. El fragmento proviene del prólogo que Joseph Conrad escribió a su obra de tema marino "El negro del Narcissus". El fragmento habla del sentido del arte. Yo lo suscribo con emoción:
El artista habla a esa parte íntima de nuestro ser que no depende de la sabiduría, a lo que es en nosotros un don y no una adquisición, siendo, por consiguiente, más duradero. Habla a nuestra capacidad de alegría y de admiración, dirígese al sentimiento del misterio que rodea nuestras vidas, a nuestro sentido de la piedad, de la belleza y el dolor, al sentimiento que nos vincula con toda la creación; y a la convicción sutil pero invencible, de la solidaridad que une la soledad de innumerables corazones: a esa solidaridad en los sueños, en el placer, en la tristeza, en los anhelos, en las ilusiones, en la esperanza y el temor, que relaciona cada hombre con su prójimo y une a toda la humanidad, los muertos con los vivos, y los vivos con aquéllos que aún han de nacer.
Cada uno lee desde donde lee, ¿verdad? Se esfuerza por entender al escritor en los términos de este, y al mismo tiempo es legítimo y necesario que haga su lectura interpretativa, existencial. Así pues, creo que entiendo bien lo que quiere decir Conrad, y no voy a poner en su boca lo que no dijo. Pero, desde mi posición existencial, también creo que ese misterio, ese don -que alguien da-, esa creación, esa solidaridad de todos, entre muertos, vivos y los que han de nacer, son flechas que apuntan hacia Dios. Y a la necesaria relación del artista con la trascendencia.

miércoles, 6 de julio de 2011

A partir de un texto de Arthur Danto sobre la belleza

Hace tiempo leí un libro de un filósofo del arte. El libro se titulaba El abuso de la belleza, y su autor se llamaba Arthur C. Danto. Danto es un filósofo hegeliano, que se hizo famoso por su tesis de "la muerte del arte", en consonancia con el fin de la historia que predecía Hegel sin despeinarse (aunque, la verdad, solía ir bastante despeinado: con tanta tesis, antítesis y síntesis, de aquí para allá, no debía de ser fácil hacerse la raya).

Muy discutible es lo que comenta el señor Danto sobre la relación entre la belleza y el arte (aquí paga el peaje de la Modernidad), pero escribió una frase que encierra una inmensa verdad:

La belleza es, para el arte, una opción y no una condición necesaria. Pero no es una opción para la vida. Es una condición necesaria para la vida que nos gustaría vivir. Y por eso la belleza, a diferencia de otras cualidades estéticas, lo sublime incluido, es un valor.

Soy un firme postulador de la necesidad de la belleza en la vida cotidiana. Nos sobran monstruos, diosas de vientre plano, parques temáticos televisivos, escenografías políticas estupefacientes, genios inaprensibles, estridencias, vértigos, placeres transgresores... Nos falta belleza, don, transporte hacia lo mejor de nosotros mismos, agradecimiento, sorpresa. Esa belleza está en nuestras manos.

lunes, 4 de julio de 2011

La niña de las coletas

Niña de las coletas

La "Niña de las coletas" es una escultura del artista José Esteve Edo. Nacido en 1917; es mi amigo, pero hace tiempo que no le veo. Un hombre menudo, puro nervio. Se fue a Grecia a aprender, conoció a Giacometti, a quien le llamaba maestro. Participó en varios coloquios sobre arte de la Fundación Mainel. Estuve varias veces en su taller: un lugar mágico.

Casi cada día paso por delante de esta escultura en bronce. No es una niña, más bien es una adolescente. Está leyendo, o quizás ha dejado el libro en su regazo, para meditar algo que acaba de leer. La figura rompe dulcemente la estricta simetría en varios puntos. Es una adolescente estilizada, elegante. 

¿Qué está leyendo? No lo sabemos, pero parece que la lectura y la meditación tienen parte en ese difícil abandono de la infancia, en ese difícil y lento ingreso en la edad adulta. Esteve Edo, ¿nos dice quizás que es importante que el joven o la joven descubra su intimidad, que la lectura es un buen camino? ¿que la buena lectura modela armónicamente la personalidad, que en ella se pueden encontrar ejemplos de equilibrio, de horizontes que hacen levantar la vista, que estilizan a la persona, que exige silencio, autoposesión?

Al menos, la "Niña de las coletas" me lo dice a mí.

Imaginad que en vez del libro abierto tiene entre las manos una blackberry. Duro de imaginar. Sería una sarcasmo, una violenta ruptura entre "tema actual" y forma escogida. Terrible lo que nos puede estar diciendo esa imagen hipotética: están perdiendo la lectura nuestros jóvenes, ¿qué les estamos dando en su lugar? Qué difícil, entonces, el equilibrio, la intimidad, la armonía, el silencio, la autoposesión para darse a los demás.

D. José esculpió mucho, va para los cien años. En una parroquia a la que suelo ir a Misa, hay varias esculturas suyas en madera. En una de ellas, en la del fraile San Pascual Baylón, esculpió su propio rostro. Cada vez que voy, me parece que me mira, y me acuerdo de él. Y de la "Niña de las coletas". Y de su fantástico taller. Y de que hay algo que no podemos permitirnos perder.

viernes, 1 de julio de 2011

El pobre Hulk


Cuando era más joven y leía sobre todo tebeos, encontré un personaje que me cautivó. No se trataba de Superman -para mí siempre ha sido un tipo kantiano, con el imperativo moral blindado en los genes-, ni de otros superhéores que se habían encontrado con un superpoder y le sacaban el partido que podían. No. En este caso, era un tipo al que le había caído una maldición, y la gente lo perseguía, y cuando se ponía a cien, se transformaba el hombre en una verdadera furia, fuera de sí. 

Aquí, a este vertiente de los Pirineos lo llamábamos "la masa", su nombre anglosajón era "Hulk". No lo leí mucho, ni lo he seguido a lo largo de los años. Pero más tarde comprendí que era un curioso héroe trágico, más cerca de Edipo que de cualquier tipo con capa y antifaz. 

Curioso: sigue un destino, no puede escapar de él. Haciéndole un modesto psicoanálisis, veo en Hulk la suma de los determinismos biologicistas y sociales: todo conspira férreamente contra la libertad personal. Y entonces, como única posibilidad de respuesta, salta un expresivismo de violencia máxima. El "triunfo" del mecanicismo. El eterno retorno: Sísifo que sube la piedra, la piedra que resbala cuesta abajo, y vuelta a empezar. El infierno.

Creo que cuando se hace creer a las personas en todo tipo de determinismos, para quitar culpas personales, para echárselas a algo o alguien, el analgésico no tarda en comportarse como un despersonalizador. Y entonces pululan los depredadores. Quizás un efecto colateral, no deseado, del individualismo moderno.

No sé si esto se podría aplicar a algún indignado, o a alguna versión de la "indignación", pero, acogiéndome ahora a René Girard, sí que puedo decir: qué fácil es arremeter contra todo, levantar chivos expiatorios, pedir cualquier cosa a través de cualquier medio, cuando se ha renunciado a la lucha, dura, y a la ayuda, por liberarse de las coartadas esclavizantes que cada uno se busca.