De los placeres de estas últimas semanas, sin duda, la lectura. Me he acordado de Maryanne Wolf, que cuenta en Lector vuelve a casa cómo ella, gran lectora, había perdido la lectura: las urgencias de los entornos digitales... Pero se autodisciplinó, reservó horas para leer sobre papel, apagó las distracciones... le llevó un tiempo, hasta que su cerebro rehizo los circuitos neuronales de la lectura. Una bella victoria. Me acuerdo de Wolf porque estas últimas semanas he podido emularla y pasar horas de silencio ensimismado en novelas, relatos y ensayos. Mientras tanto, como una familia que vuelve ilusionada a la residencia de verano, mis neuronas han ido fortaleciendo los circuitos de la lectura, y he saboreado los viejos pasillos, las azoteas soleadas, los parterres y laberintos ajardinados...
Saborear. El último día de clase, antes de las vacaciones, lo dedicamos a conversar sobre lo que habíamos hecho. Un cuatrimestre puede ser apenas nada, o un mundo; depende de la velocidad y de los ojos. Las cosas bellas se conocen por sus finales. Y hay cosas que no aceptan un final cosmético impuesto. Aquella conversación nos dijo que habíamos vivido bellamente. Conversamos con ganas, recordamos, expresamos cosas que no habíamos podido al paso de los días, pero que clamaban pidiendo su turno. Un día que recordaré siempre.
Volviendo a casa no podía quitarme de la mente la conversación. Ocurre con lo bello. Y la conversación seguía creciendo en mí. Pensé que había sido un cuatrimestre de saber, pero también de sabor. Dicen que sapere, el verbo latino, guardaba los dos significados, y se puede decir también que para aquellos antiguos el saber auténtico siempre llevaba sabor: no era insípido, algo que pasa y no deja rastro, sino lo que se degusta y queda. ¿Sera degustar el deseo de retener, y la respuesta a lo que quiere quedarse?
Pensando aquel día, y estas semanas de lectura, he sabido que saborear no exige espolvorear algún aditamento azucarado a un saber de suyo seco y duro. Va con la mirada y con los oídos, con el deseo y el arrojo para mirar y dejarse mirar, escuchar y responder, en medio de lo que se presenta y llama.
Ya voy saboreando el segundo cuatrimestre, deseoso de saber.