AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR
¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I
jueves, 25 de julio de 2013
Mirar en verano: unos bocetos de un tour
En el siguiente enlace Mirar en verano: unos bocetos de un tour, apuntes de un viaje con alumnos a Italia, sobre el arte, el tiempo... en Los Ritmos del Siglo XXI:
lunes, 22 de julio de 2013
Vivir por escrito, vivir creativamente: un máster eficaz en la Universidad Complutense
Cuando escucho que hace falta una urgente formación
audiovisual en la educación obligatoria, pienso: pues sí. Pero siempre pienso
también que hace falta una auténtica formación en la escritura.
¿No es surrealista que tras doce años de primaria,
secundaria y bachillerato; después de tres o cuatro horas semanales durante
todos esos años, dedicadas a la enseñanza de la lengua, la mayor parte de los
alumnos desemboque en la universidad sin escribir las tildes, con faltas de
ortografía, muy poco leídos y profundamente deshabituados a la escritura? Creo
que lo es, y es una pena. Pero las grandes catástrofes generan movimientos de
reacción: ¿no lo es el ingente número de personas que sacan tiempo para asistir
a talleres de escritura? ¿Todos van a ser grandes novelistas? No, la mayoría ni
se lo plantea. Lo que se percibe es una gran necesidad de escribir, de
expresión y comunicación, de vivir por escrito.
No hablo de oídas, ni he tenido una aparición esta noche.
Lo he visto durante años de trabajo en talleres creativos y personales, donde los alumnos
dicen adiós a los bloqueos de escritura y comienzan a dar pasos firmes en la
expresión y comunicación por escrito. Algunos quieren escribir la historia de
su familia, otros la propia historia, recuerdos, relatos, poemas, opiniones…
quieren escribir para vivir mejor.
Pero si vamos a cuestiones estrictamente profesionales,
cada vez son más quienes perciben que la escritura es una vía (casi) milagrosa
para avanzar en su formación y en su promoción: escribir con seguridad es una
técnica que permite abordar mejor los problemas, analizar, sintetizar,
visualizar, convencer. Nuestras profesiones modernas están cosidas de
pensamiento, de trabajo intelectual que necesita bases conceptuales,
estrategias y ejercicios sólidos. Se acabaron los dogmas románticos: el genio,
las musas, las crisis de inspiración… Cuando alguien descubre sus
potencialidades a través de un camino probado, se produce una revolución
personal. De eso se trata.
El curso pasado tuve la fortuna de dar cuatro sesiones de
prácticas de relato en la I edición del Máster en Escritura Creativa de la
Universidad Complutense. Estamos hablando de profesionales que quieren
perfeccionar su técnica de escritura, abrirse a nuevos géneros y formatos; pero
también de jóvenes creativos que desean ampliar de un modo práctico su formación a través de la escritura, y ser pronto competitivos en la producción
de textos escritos y audiovisuales. Y estamos hablando de un claustro de
profesores volcado en la atención y asesoramiento de los alumnos; y de
encuentros con escritores muy reconocidos (la primera edición contó con el
Premio Cervantes, José Jiménez Lozano).
Como profesor, lo que más valoré fue la libertad que se me
dio para innovar estrategias de enseñanza, y la entrega de los alumnos a la
asignatura: todo hace subir la temperatura, y genera sinergias altamente
creativas… y sorpresas y humor.
¿Estoy haciendo propaganda del máster? ¡Bingo! Me parecería
innoble callarme semejante maravilla. Y si alguien tiene dudas, que se lo
pregunte a los alumnos de la I edición. La matrícula de la II edición de este máster
de un curso, aún está abierta. Antes de que se acaben las plazas, corre a decírselo
a esa amiga o amigo que siempre han querido vivir por escrito… o tú mismo. ¡Nos
vemos!
Para información filespa3@ccinf.ucm.es 913 94 22 20
miércoles, 10 de julio de 2013
El despertar de la señorita Prim, de Natalia Sanmartín Fenollera: cuatro notas de lectura
I.
“¿Has leído El despertar de la señorita Prim?” Era la
segunda persona que me hacía la misma pregunta en no muchos días. La autoridad
que les reconozco a ambas personas hizo que pensara: “Bueno, ¿qué hago que
todavía no he leído El despertar de la señorita Prim?” Y lo leí: una sorpresa,
una verdadera sorpresa. No me esperaba encontrar tanta sabiduría, capacidad
comunicativa, libertad de pensamiento y sobre todo, mucha, mucha sensibilidad.
II.
Se me hace algo difícil clasificarlo; por otro lado, ¿por
qué tendría que hacerlo? Bueno, el intento de clasificar es un ejercicio de
descubrimiento de lo que algo es (un poquito de escolástica siempre viene bien): ¿qué es, a qué se parece? Es novela, sí; es fábula, sí; es
ensayo, casi sí; un poco de autoayuda, también… Y delicadeza, mucha delicadeza:
seguramente la palabra más repetida en estas páginas. Cuántas cosas se pueden
decir cuando se respeta al otro a través del modo en que se dicen. La autora
está como “en casa” en la tradición anglosajona del debate, del wit, del
cuidado de las formas, de la libertad para exponer el propio punto de vista si
se es capaz de aceptar su exposición a los pareceres de los otros. Si se ha
entendido bien a Jane Austen, y más que entendido, comprendido, esto se puede
aprender de un modo muy gustoso. Y la autora conoce perfectamente Jane Austen,
especialmente Orgullo y prejuicio, de
la que toma diversos elementos con los que estructura el libro.
III.
Pero lo que más me ha gustado es la infrecuente y sólida inteligencia
emocional que atraviesa estas páginas: diría que es una exposición sabia y
amena del mundo de la afectividad, que no rehuye abordar cuestiones difíciles
—por otro lado, totalmente cotidianas— porque parte de una tradición de
pensamiento, sobre todo antropológica, sólida. Solidísima: la verdad es que los
ecos de Tras la virtud, de Alasdair
MacIntyre, no hacían más que sorprenderme, cada pocas páginas, desde el inicio
hasta el final (Lulú Thiberville parece un trasunto de este filósofo escocés
actual).
Y desde luego, la apuesta por la belleza, conectada con la
verdad y el bien, que se apoya en textos como el de El idiota de Dostoievski, y en el de algún autor moderno que ha
hablado de ser heridos por la flecha de la belleza. El lector puede venir de
cualquier sitio, pero en esta novela no dejará de sentirse, de algún modo, en
casa —una casa aparentemente nueva, pero que irá intuyendo muy cercana a su
sensibilidad, como el que sin darse cuenta vuelve a un lugar anhelado, propio—.
IV.
Natalia Sanmartín lleva muy bien el pulso de la narración;
insufla humor (muy inglés) de modo constante; hace plásticamente presentes y
muy atractivos lugares, situaciones, objetos de la vida cotidiana (y no tan
cotidiana); construye personajes atractivos y simpáticos… y como quien no
quiere la cosa, pone sobre el tapete elementos para el debate ético, político,
antropológico, sentimental… El final, verdaderamente bueno, delicado.
viernes, 5 de julio de 2013
Recomendación de lectura para el verano: evasión… hacia uno mismo
—¿Me recomiendas algo para leer este verano?
—Sí, evasión, evasión, evasión… hacia ti.
—¿?
—Han pasado meses, uno ha estado corriendo, atendiendo a
muchas cosas diversas, ¡y hay tantas cosas, cositas, que no han dejado de requerir
nuestra atención! Uno ha estado surcando superficies, donde se dan las
tormentas, los vientos, los cambios repentinos del aire… es verdad: había que
estar también ahí, es el ámbito de las urgencias. Pero con qué facilidad uno se
acostumbra al ajetreo y llega a creerse que es su habitat natural.
Mientras tanto, uno ha descuidado las profundidades. Si ha
leído, ha leído multa, sed non multum, se ha dejado llevar por los imperativos
de las opiniones, del marketing, del estar a la última… En el paladar del alma
le ha quedado el regusto de la química de una gran piruleta, una larga, ya demasiado
larga piruleta que casi le hace olvidar lo que era un roast beef…
Pero es verano, y hay tiempo. Tiempo para la evasión, la
huida… de toda esa superficie cansina donde se ha estado faenando y muchas
veces perdiendo el tiempo. Verano, lectura: es la gran evasión.
Una voz, como la de las sirenas de Ulises, pero buena,
familiar, íntima, invita a las profundidades de uno mismo. Hay que pertrecharse
de buenos libros, libros de inmersión que hacen recuperar el buen oído para el
silencio, el buen paladar para los matices, el buen ojo para los sutiles
contrastes…
Por fin el descanso que uno iba buscando.
¿No?
lunes, 1 de julio de 2013
Unos pensamientos sobre el escribir
I. La escritura no hace personas mejores -por sí misma-, pero qué herramienta tan estupenda, cuando la persona aspira a lo alto.
II. Es un engaño pensar que escribir bien es una cuestión de técnicas. Con las técnicas conseguimos efectos. Cuando hemos puesto nuestra ilusión y expectativas en la lectura de un libro, esperamos que el autor haya ido más allá de la búsqueda de efectos.
III. Madurez, quizás hoy es una palabra out. No se la ve por los libros de autoayuda, pero tiene esa metáfora vegetal, frutícola y luego fructífera, tan gráfica. Para la buena escritura, madurez personal.
IV. Muchas lecturas, muchos efectos, muchas cosas vistosas y novedades. Pero se adensa la nostalgia de lo genuinamente humano. La humanidad a la que hay que aspirar, no como escritores, sino como personas.
V. Quizás soy políticamente incorrecto al unir escritura con desarrollo personal, y no limitarme a decir que la escritura te permite expresarte, vivir más vidas, etc... Eso es algo, pero es muy poco.
VI. La escritura es indagación, a veces dolorosa, en quién soy, qué sé, y en que quizás he perdido tiempo, en que uno se ha perdido por las ramas, y que faltan experiencias de verdadero crecimiento. Mucho sería darse cuenta de esto, por la escritura.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)