AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



viernes, 20 de diciembre de 2013

Lo que he aprendido de mis alumnos este cuatrimestre


Tallos, JM Mora Fandos, lápiz y acuarela sobre papel

Se dice que unas buenas lecturas canónicas -Cervantes, Galdós, Delibes...-, son esenciales para aprender a escribir. Yo también se lo digo a mis alumnos. Lo que va siendo hora de decirles es lo que aprendo yo al leer los textos que escriben. 

¿Qué se puede aprender de quien quiere aprender? Lo primero es evidente: su deseo de aprender, algo que nunca puedes dar por supuesto en ti -ay del día...

Y, desde luego, otras sensibilidades: cada hombre o mujer es una mirada distinta, un enfoque diverso... ¿y qué es un relato sino un enfocar?

Por no hablar de una perspectiva privilegiada: la borrosidad con que el escritor se mira a sí mismo, el polvo que levanta, el humo que hace en su taller, son tales que no le es fácil rodearse y verse desde fuera. En cambio, en el texto del alumno estás fuera y ves la distancia entre lo que se intenta y lo que se consigue; lagunas... Te enseña una falsilla para ganar esa distancia contigo mismo, ese desdoblamiento necesario.

Pero dejo lo mejor para el final: hay verdaderos hallazgos, metáforas, ritmos, sugerentes finales de párrafo, puntuaciones expresivas, estructuras firmes y complejas, milagrosas condensaciones como gotas de rocío que, sin advertirlo, reflejan en su diminuta bóveda cristalina todo un firmamento...


domingo, 15 de diciembre de 2013

Relato navideño 2013

En el nº 51 de Selección Literaria, de Librerías Troa (pp. 38-39), me publican un relato navideño. Espero que os guste. 

lunes, 2 de diciembre de 2013

La misma monotonía, de Juan Peña: cuatro notas de lectura



I.
Ya me sorprendió Dura seda, el último poemario de Juan Peña; y ahora me alegra esta bella antología de Siltolá: La misma monotonía. En Dura seda -recogido aquí- vibraba el trabajo del orfebre; y lo que la antología revela es que aquel hacer venía de lejos. Creo que en poesía, los finales de los 80's y los 90's tuvieron a esta ladera de los Pirineos un efecto al menos positivo: pusieron a mucha gente a medir sus propios versos, a leer, a leer, a leer las tradiciones clásicas, a conversar con los poetas muertos -aunque sin club, y sí taller-, y a aprender con reverencia y sudor un oficio en la vida -del arte-.


II.
Y ahora tenemos antologías como esta, representativas de una trayectoria muy estimable, que atestiguan haceres sólidos y curtidos. Desde La edad difícil (1985), donde hay esa confesión en alta voz, con esos procedimientos de autoironía, de distanciamiento del poeta consigo mismo -de los que también usaban Carlos Marzal y otros de la misma generación-; hasta poemas más cercanos al ahora, menos escenográficos, más despojados, pero igualmente fieles "a lo que aparece", cribado por una voluntad estética y razonadora del sentido.


III.  
Me ha gustado la aliteración en el título, solidaria con el sentido del paso del tiempo, el volver de las horas; y el reencontrar rasgos que ya me habían reconfortado en la lectura de Dura seda. Valga como botón de muestra esta segunda estrofa de 'Un viejo vuelve al sur':

Y en invierno veré llover,
y encenderé en la noche
esta ruinosa chimenea:
la casa caldeada al fuego de la leña,
y un silencio dulcísimo de crepitar de llamas. 
Fuera acampará el frío,
arreciará la lluvia,
y llamará a la puerta algún fantasma.

¿Que qué tiene de especial? No es fácil decir: esa musicalidad que hacen sonar quienes llevan muchos años acariciando las teclas de su instrumento: inefable, por las finas intuiciones que han mezclado en una particular armonía; la densidad -no abstracta- de las vivencias traídas al arte, lo de siempre y la sorpresa de hallarle un pulso distinto; y la libertad creativa de una imaginación fiel -como un buen traje de sastrería- a la vida misma.  


IV.
La antología se cierra con poemas traducidos. Soy de la opinión de que si se traduce poetas románticos, el valor buscado, la virtud inscrita en el organismo del nuevo poema sea la elegancia: el corte de los versos, su cadencia como la caída de la prenda bien ideada y tejida... Y qué traducciones más elegantes aquí, las de Hölderlin, Keats, Leopardi... Y luego Yeats, Baudelaire, Kipling... La pasión por la eternidad mediante el arte, el estoicismo ante el paso de los días, el después -nostálgico- de todos los epicureísmos, quedan atemperados por el verso elegante, sólido, de Juan Peña.