AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



jueves, 29 de julio de 2010

El señor de las moscas

Reconozco que sólo he visto la película, y no he leído el libro de William Golding que la inspiró. La he visto varias veces porque me gusta el qué cuenta y el cómo lo hace.

Es una isla desierta, con playas, vegetación y fauna que la harían apetecible desde nuestro concepto “vacaciones”. Pero en la película los protagonistas no están de vacaciones: son náufragos en ese gran bote que es la isla, a la espera de alguien pase y los rescate.

Uno de los temas fundamentales de esta ficción es la naturaleza moral humana. Incluso se menciona explícitamente la teoría de Rousseau de la bondad natural -y un par de personajes se ríen de ella-. En Rousseau está pululando por el fondo una vieja idea que luego es sutilizada un tanto: la acción humana es una deducción de la naturaleza humana, el hombre es un “deducto” de su naturaleza: el tigre tigrea, el perro perrea y el hombre hombrea. Pero el hombre –sigue la idea- tiene la posibilidad de hombrear con más satisfacción, de conseguir mejor sus objetivos, porque tiene unas cualidades naturales (inteligencia) que se lo permiten. Nietzsche, en Verdad y mentira en sentido extramoral, en la línea más ortodoxa de esta teoría, pone la inteligencia al nivel del cuerno que tiene naturalmente el rinoceronte, que hasta ahora le ha permitido sobrevivir como especie durante un tiempo difícil de llamar "largo", si lo comparamos con el tiempo total de la existencia del planeta.

Rousseau sutiliza un poco más, pero por el fondo pulula lo mismo: el hombre es un ser bueno “por naturaleza”, lo único que ocurre es que es susceptible de malograr su funcionamiento básico natural. El hombre no puede dejar de hacer el bien, simplemente pasa –vaya hombre- que algún aguafiestas ha venido a marear al animalito -¿y quién mareó al aguafiestas, y qué nos dice finalmente la inevitable progresión infinita?-.

Y no es que el hombre no tenga naturaleza, es que no es naturaleza. Decir “tener naturaleza” es un modo de desbloquear algo este planteamiento cerrado y materialista. También se puede decir que tiene “naturaleza espiritual”, pero sin olvidar que esta expresión no tiene una lógica equivalente a “naturaleza tigril”, donde el adjetivo simplemente le da una mano de pintura al sustantivo, sin tocarle el fondo. Si no, el hombre simplemente haría lo propio del mismo modo que el tigre hace lo suyo, es decir, naturalmente; es decir, por necesidad.

En “Naturaleza espiritual” el adjetivo se convierte en un hacker ontológico, en un transustanciador del sustantivo. No me pregunten cómo es esto con interés cientificista: es parte del misterio de la persona humana –humana porque también las hay angélicas y divinas-.

Así que por la naturaleza espiritual del hombre, en la isla de la película los personajes actúan de tal modo -me encanta el guión- que ganan una densidad moral capaz de cautivarnos, y se convierten en un despertador y en una apelación a nuestra propia densidad moral como personas. Si sólo actuaran “por naturaleza”, habríamos apagado el dvd y comenzado un zapping interminable y tedioso entre las diversas cadenas televisivas/islas desiertas donde todo –parece- es “por naturaleza”. Náufragos, y sin espera de un rescate: imposible “por naturaleza”.

miércoles, 28 de julio de 2010

Summertime

“Summertime, and the living is easy…”

Creo que la primera versión que escuché de “Summertime” fue la de Sam Cook. Un amigo del colegio me pasó una deliciosa cassette de este prodigio soul de los 50’s. Estaba allí. Luego me enteré de que el tema original era de Gershwin, de su ópera Porgy and Bess. Bastantes años más tarde, me lo volví a encontrar: venía el tema en un playalong de la serie Aebersold, para hacer jazz, un acompañamiento muy sincopado que te imantaba. Busqué mas versiones: Miles Davis, Stan Getz, Charlie Parker, Herbie Hancock…

Quizás la cultura sea en buena medida eso: leer y releer; leernos y releernos en lo leído.

Es verano, y yo también ando buscando mi versión. 





Summertime, versión de Miles Davis

domingo, 25 de julio de 2010

¿Sujeto u objeto?

Soy filólogo, y nada del lenguaje me es ajeno. Y para neutralizar la filosofía nihilista que me pasaban bajo gramática textual en las aulas de la carrera, me arrimé a la filosofía personalista.

Bien, (casi) todo el mundo es bajofirmante entusiasta de esas cosas tan bonitas de que no hay que tratar al otro como objeto, sino como sujeto; de que (en buena medida) construimos nuestra identidad dinámica con nuestros actos; de que el diseño y actualización de la propia imagen revierte sobre quien uno es, de modo que no hay decisiones “inocentes” o gratuitas; etc.

Bien, (casi) todo el mundo parece olvidarse de esto cuando llegan las vacaciones. Uno o una, a través de su indumentaria, elige la imagen que quiere dar(se): la de sujeto o la de objeto, mantener la dignidad personal -eso tan invisible, pero patente en quien lo cultiva-, o no.

Presentarse como objeto del verbo predatorio de otro sujeto, ofrecerse como res extensa, simplemente no es una opción humanamente aceptable. Y mucho menos presentarse como complemento circunstancial… de temporada veraniega.  

viernes, 23 de julio de 2010

Sensibilidad moderna

¿Nos gusta la complejidad? Bueno, somos modernos, nos duela o no, y nos gusta –en mayor o menor medida- la complejidad. Digo gustar, pero quizás sea más apropiado decir respirar: la respiramos, y cuando falta parece que nos ahogamos un tanto y nos ponemos a sospechar. Somos críticos y lo demasiado obvio es llevado inmediatamente a la sala de disección. Pero el criticismo es peligroso. Se gana el dominio de las cosas, y se pierde al tú –idea de Lévinas-. 

Reconocer la complejidad de la vida es muy sano, pero la complejidad no exige automáticamente una actitud cartesiana global –actitud poco sana-. Nuestra sensibilidad moderna nos ha dado los cuadros de Turner y las novelas de Conrad. Ahí somos conscientes de la presencia del sujeto al conocer, del misterio de la realidad, de la complejidad de todo. Tan sólo, un poquito de actitud sapiencial, de confianza en el tú, en las tradiciones culturales y religiosas contrastadamente valiosas, es suficiente para que nuestra sensibilidad moderna no termine diseccionándonos.

miércoles, 21 de julio de 2010

Ver a Turner en España



Es una exposición muy interesante la de El Prado: J. M. W. Turner confrontado con sus maestros. En ese sentido, es académica. Pero con una buena pedagogía: cada uno de los cuadros aparece junto a su referente: Claudio de Lorena, Van de Velde, Veronés, Rembrandt, Ruisdael…

No hay Turners en los museos públicos españoles, ni en los privados –que yo sepa-. Turner era siempre algo que había que ver en su salsa británica, en la Tate, mayormente. Y después de verlo, la neblina sobre todas las cosas y las nubes constantes, te hacían de eco, y Turner ya no dejaba de acompañarte a todas partes, mientras no abandonaras la isla. Tenía un algo de exotismo, como de dios del lugar -como los Vermeer-, y había que hacer un grand tour, una peregrinación estética, para llegar a verlos en sus santuarios –casi lo mismo con Cézanne, si no fuera por la pequeña representación que rompe el maleficio, en la Thyssen-.

Bueno, aunque sea por pocos meses, tenemos una satisfactoria presencia turneriana en El Prado. Un paseo por la sublimidad de las luces -británicas- del XIX: allí, pero aquí.  

lunes, 19 de julio de 2010

Caballero sin espada II

Caballero sin espada

“Supongo que esto sólo es otra causa perdida, Sr. Paine. Ustedes no saben nada sobre causas perdidas, pero el Sr. Paine sí: una vez dijo que eran las únicas por las que valía la pena luchar, y luchó por ellas en una ocasión, por la única razón que todo hombre debe hacerlo, y por una pura, llana y sencilla norma: ama a tu prójimo. Y en este mundo de hoy, lleno de odio, un hombre que conoce esta regla sabe una gran verdad”.

No puedo evitar la emoción cada vez que reveo Caballero sin espada. Una fábula sí, pero mucho más verdadera que las ideologías que han diezmado a Europa en el siglo XX. Las ideologías nunca se presentaron como causas perdidas, sino como el pague tres y llévese cuatro, como el todo a 100, como los créditos ninja, como el bueno, bonito y barato, como el pulpo Paul: como el atajo nunca visto antes porque no habíamos tenido gente tan lista hasta la fecha por el vecindario. 

Jeff, sigue contando conmigo entre tus Boy Rangers.

viernes, 16 de julio de 2010

Caballero sin espada

“Intenta ver la vida a tu alrededor como si acabaras de salir de un túnel”, le dice el joven senador Jefferson Smith (James Stewart) a su secretaria Clarissa Saunders (Jane Arthur) en Caballero sin espada, de Frank Capra.

Parece recordar al mito cavernícola de platón, por el que la luz y la vida están afuera, mientras la duda y el tedio están entre las sombras de dentro. Pero el buen cine en la gran pantalla -incluso en el dvd familiar- con su ambiente de caverna, hace per se una relectura del mito platónico, y parece decirnos que lo visto dentro ayuda a ver mejor lo de fuera. 

Salir del túnel, de la caverna, del cine, de la película, como un salir más sabios.

Por cierto, si yo fuera Ángel Gabilondo o un alto burócrata del lado oscuro de la fuerza educativa en Bruselas, convalidaría ver Caballero sin espada por el grado en filosofía y sociología en el actual sistema a la boloñesa. A veces, en dos horas bien aprovechadas se aprende más que en tres años de marear la perdiz.

miércoles, 14 de julio de 2010

Encuestas

Soy algo escéptico en el asunto de las encuestas. Los resultados dependen de las preguntas. Por ejemplo, suenan mucho las encuestas que intentan responder a ¿Qué preocupa a los españoles?. Los pergeñadores de la encuesta lanzan varias respuestas: El paro, el terrorismo, la crisis económica, la clase política... y entre estas grandes respuestas se reparte el "queso" de las preocupaciones. Pero ¿qué ocurriría si hubiera otra respuesta no ofertada, una respuesta mucho más poderosa y radical? Si esa otra respuesta existiese, las respuestas habituales ofertadas palidecerían, se devaluarían en su presunta importancia, las gráficas serían papel mojado.

Bien, pues esa otra respuesta, esa respuesta tabú y subversora existe. Después de meses de observación de los medios de comunicación, de las conversaciones, no tengo ninguna duda: lo que de verdad preocupa a los español@s es tener un vientre plano.

lunes, 12 de julio de 2010

Lectura, jazz… diálogo en Diálogo



Es un 9 de julio, 18:45, Juanfran y yo nos ponemos a tocar -a modo de ensayo- en el paseo de Recoletos, frente a la entrada de la Thyssen: no hay ninguna baronesa encadenada a ningún álamo, sí algunos niños correteando, algún paseante detenido a escuchar, una pequeña que deja de llorar cuando nos ponemos a la faena, y el fragor intermitente del tráfico. Un fresco aporte musical en medio de aquel caliente polígono de la cultura y las bellas artes.

A las 19:40 Juanfran y yo estamos probando la acústica en Diálogo Libros: los libros que forran las paredes de la vanguardista librería devuelven algo más que música –no puede ser de otro modo-. Diseñada por Rafael Moneo, su espacio a modo de foso tiene incluso una vista aérea. Los ventiladores mitigan los calores, ya algo disminuidos por la hora. Por los cristales de los escaparates, sobre nuestras cabezas, sigue entrando una claridad que me imagino que Joseph Conrad habría llamado cómplice. 
   
Van llegando asistentes: el novelista Luis Ramoneda con José Luis Maldonado, el poeta y crítico de arte Enrique Andrés con su pequeña hija y un amigo, el novelista y editor Santiago Herraiz con unos amigos, el poeta y ensayista Juan Meseguer, el experto musical José Miguel Nieto, Guillermo Ganón y sra., el jurista Pedro Amorós, hasta rellenar el recoleto espacio.

20:05, y hora de comenzar: algunos pensamientos sobre el sentido de Leer o no leer, el valor de la lectura, la identidad que se hace también en diálogo con el otro a través de esos imprescindibles embajadores que son los libros, el papel del lector como intérprete vital del texto y la analogía con el jazz: el buen lector se implica creativa y personalmente, tanto como el músico de jazz con el texto musical. Cada vez que se interpreta el tema musical es como una relectura del texto literario, una nueva experiencia, en parte igual y en parte distinta, porque lectores y músicos no somos exactamente los que éramos antes. Y… vamos a ello.

Comenzamos con Autumn Leaves de Joseph Kosma, luego Summertime de George Gehrswin, In a Sentimental Mood de Duke Ellington, Don’t Let me Be Lonely Tonight de James Taylor, Just the Way you Are de Billy Joel, incluso la movidita y simpática Isn’t she Lovely? de Stevie Wonder. Son nuestras versiones, nuestras relecturas.

En el coloquio, aportaciones de gran altura por parte del público: hablamos de lo que la fijación literaria y la notación musical han influido en nuestro modo de relacionarnos, como oyentes e intérpretes, con las narraciones, la lectura, la escritura, y la experiencia musical; del exilio que sufre la belleza y la narratividad en las aulas, expulsadas por el abstraccionismo y las urgencias pragmáticas, y del consiguiente tedio de nuestros jóvenes; de lo audiovisual y de lo literario y de sus posibles futuros; de cómo se escribió Leer o no leer, y más cosas…


Juan Meseguer, Servidor, Luis Ramoneda, José Luis Maldonado, Juanfra Pérez Mengual y Santi Herraiz

Rocío y Mª José, de Diálogo Libros, contentas con la experiencia; los músicos, encantados, y el público satisfecho. Recogemos los instrumentos, nos subimos al coche, nos despistamos por Vallecas intentando salir a la A-3, cenamos en la terraza de un concurrido bar. La gente flota en la indolencia de la noche. A nosotros nos quedan cuatro horas de carretera, y una entrañable experiencia para releer.    

jueves, 8 de julio de 2010

Presentación

"Este es un libro sobre la lectura. Creo que, en general, hablamos mucho de libros, pero muy poco de lecturas. Roland Barthes dijo que el nacimiento del lector se paga con la muerte del autor. Yo no veo por qué nadie tiene que morir aquí. Es más: entendiendo mejor que si apoyamos la lectura, al lector como sujeto activo y creativo, potenciamos todo el círculo literario: el autor, el libro, las librerías, la crítica.
"La lectura hace identidad: no sólo porque nos puede allegar un conocimiento relevante para nuestra vida, sino porque también nos introduce en unos hábitos vitales fundamentales: la búsqueda, el recogimiento, el diálogo...
"Y porque nos abre al otro: a través de los libros, esos insustituibles embajadores del otro, del tú -cuando lo son de verdad-, crece nuestro yo. Enrique Andrés, en un magnífico ensayo sobre la lectura, "La tristeza del mundo", trae a colación una idea de Lévinas: “La soledad radical, la hecha de luz intelectiva, inmarcesible y aislada, sólo nos procura el dominio del mundo, pero a la vez nos priva de un interlocutor”. No hay yo sin tú..."

Para quien quiera saber cómo sigue -con música-, tiene una cita en la presentación de Leer o no leer, en Diálogo Libros, Serrano 108, 9 de julio, viernes, 8. pm.

miércoles, 7 de julio de 2010

De Crepúsculos y Eclipses II

“Crepúsculo”, “Eclipse”, “Sol de medianoche”… este es el paisaje de la dichosa saga de novelas y películas –sí, también hay un “Amanecer”, pero la parte del león y el morbillo se lo lleva todo lo demás-. Una atmósfera de oscuridad, de lo nocturno, con su paralelismo inmediato en lo cultural y moral: muerte, decadencia, violencia, fatalismo, venganza, asesinato, determinismo pasional.

No deja de ser una imagen narrativa y mitificada de lo que ya hace tiempo está viviendo una parte de la juventud. Y sin embargo, la autora afirma que el meollo es la elección de la protagonista Bella sobre su propia vida, y la negativa de los Cullen (familia de vampiros) a seguir sus instintos y tentaciones. En esta historia hay vampiros y hombres lobos buenos y malos, y en el fondo quiere ser una metáfora del impulso al mal que tiene todo ser humano, y su capacidad de vencerlo mediante una elección.

Sí, pero ¿qué elecciones son esas, cuál es el bien que se persigue en el fondo? Meyer, la escritora, nos lo “aclara” con una declaración tan confusa como el claroscuro de la atmósfera y el pensamiento de sus novelas:

"Realmente creo en la metáfora de mis vampiros. No importa dónde te quedas atrapado en la vida o lo que piensas que tienes que hacer, siempre puedes elegir otra cosa. Siempre hay un camino diferente".

Emotivismo moral que cambia de opción en cuanto cambia el sentimiento. Coartada tanto para “buenos” como para “malos”. Relativismo, cultura de lo pro-choice por lo pro-choice, sin más fundamento que la simple posibilidad de elegir.

Me recuerda demasiado a esa condena a muerte decretada recientemente a este lado de los Pirineos, que pesa potencialmente sobre cualquier ser humano aún en el útero materno. El fuerte aplasta al débil. Eso no es progresismo. Sobre todo si el fuerte es el gran Estado que “limpia el terreno” apartando a los progenit@res, blindando la mente de las menores de edad con una retórica pro-choice disparatada, y convirtiéndose en el lavavajillas de la conciencia.

Ser vampira u hombrelobo, todo un modelo ¿antro?pológico para nuestros jóvenes: la crisis no es sólo económica.

Van pasando los días, visito la biblioteca de la universidad y tengo la creciente sensación de que alguien está a punto de darme un mordisco.

¡Aúuuuuuu!

lunes, 5 de julio de 2010

De Crepúsculos y Eclipses


"Te quedas sin opciones cuando amas a tu potencial asesino. ¿Acaso es posible huir o luchar si eso causa un grave perjuicio a quien quieres? Si la vida es cuanto puedes darle y de verdad le amas por encima de todo, ¿por qué no entregarla?"


A ver a ver a ver a ver a ver... Se me ocurrió entrar en www para buscar algo sobre Crepúsculo y en la página web de Alfaguara, editores de la traducción de las obras de Stephenie Meyer, aparece este parrafito tan curioso.

De entrada, esto es literalmente lo que se dice a sí misma la víctima de un maltratador, convenientemente desquiciada. El efecto definitivo del maltrato es que la víctima pierde la libertad interior, y asume que lo que le ocurre se lo merece, y que es "por amor". Esto, contado con una retórica efectista, es lo que cuenta el parrafito, despojado de drama, como si se tratara de una decisión libre y madura. ¿Pero que libertad y madurez hay en alguien que afirma que "te quedas sin opciones", se pregunta retóricamente  "¿es posible huir o luchar?", y desde esa falta de personalidad entiende el amor como una especie de simpática entrega de un corderito a un lobo?  

Bueno, pues esto es lo que hay sobre la mesa de los industriales del 7º arte, todo un programa de educación sentimental, ética y antropológica para nuestros jóvenes. Luego, el Ministerio de Igualdad se ocupa de la dimensión genital del asunto.

viernes, 2 de julio de 2010

Conrad

“Y tenía ojos azules en medio de aquel viejo rostro suyo, que eran sorprendentemente como los de un chaval, con aquella expresión cándida que algunos hombres corrientes preservan hasta el fin de sus días por un raro don interior de sencillez de corazón y rectitud de espíritu”.

La cita viene de Juventud, escrita por Joseph Conrad. Hace muchos años que Conrad me acompaña –o yo a él-. Lo mejor, su penetración psicológica, esa fenomenología de lo psicológico: a veces, dispersa en un texto, como relámpagos breves que entregan una visión asombrosa y certera en medio de la oscuridad; otras, prolongada como un estudio intencional, que va reconociendo concienzudamente las diversas caras de un poliedro.  

Lo no tan bueno: la morosidad e inflación de datos contra la marcha de la trama –al menos dos novelas no le funcionan bien en este sentido, y se vuelven tediosas: Salvamento y Chance-. Y yendo un poco más al fondo, la renuencia a conectar con lo espiritual, y dejarlo todo en un “misterio” puramente intramundano. Así se justifica en sus Notas sobre La línea de sombra. Evidentemente, cada uno hace lo que quiere en/con lo que escribe, pero su argumentación me parece filosóficamente pobre, porque simplemente se niega a plantear la posibilidad de la trascendencia: por principio, lo sobrenatural queda fuera del diálogo. Bueno, es el peaje de finales del XIX, de un positivismo rampante y un psicologismo triunfante. Con todo, Conrad es tan grande que, pese a él mismo, sus narraciones apuntan, con la inevitabilidad con que la cabra tira al monte, hacia el misterio trascendente de la persona.