Cuando era pequeño aprendí una oración en el colegio -Colegio El Vedat-. La recitábamos a coro al terminar de asistir a Misa, en la acción de gracias. Nos la enseñó D. Enrique Mas, un sacerdote del que no puedo hablar sin emocionarme. La oración reza así:
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.
El ritmo marcado facilitaba el aprendizaje; la cesura en casi todos los versos invitaba a que uno de nosotros subiera al presbiterio y dijera la primera parte; los demás decíamos coralmente la segunda. Muchos años más tarde, leyendo una colección de ensayos de Seamus Heaney, me sorprendió y me sonó familiar una constatación que hacía el Nobel irlandés: el rezo del Rosario en familia cuando era un niño -especialmente de las letanías- había dejado una huella honda en el sentido rítmico de su escritura poética.
Desde aquellos años de pantalón corto, en la acción de gracias de cada Misa he procurado rezar esta oración atribuida a San Ignacio de Loyola -pero unos cuantos siglos anterior, y compuesta en latín-. En mí también ha dejado un surco hondo.
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No hace tantos años, investigando los Four Quartets de T. S. Eliot, me encontré con los libros de Helen Gardner -los estudios literarios nunca podrán saldar la deuda que tienen con esta mujer-: The Art of T. S. Eliot y The Composition of Four Quartets. Pues bien, me llevé una buena sorpresa cuando leí en la página 206 de The Composition... el borrador original de la sección III del último cuarteto, "Little Gidding", en el que constaban estos cuatro versos como final de una estrofa:
Soul of Christ, sanctify them,
Body of Christ, let their bodies be good earth,
Water from the side of Christ, wash them,
Fire from the heart of Christ, incinerate them.
Con esta adaptación, Eliot indica el significado relativo del éxito mundano, como es el de los ganadores de la Guerra Civil inglesa en el siglo XVII. Ante la muerte, y en clave cristiana, vencedores y vencidos acaban todos en un único bando.
Pero lo que me interesa es que, según comenta Gardner, probablemente Eliot rezaba la oración original, tal como venía traducida del latín en el popular devocionario anglo-católico
St. Swithun's Prayer Book. Eliot pertenecía a la rama anglo-católica del anglicanismo -justo los que desde hace un par de décadas están entrando en la Iglesia católica a través de la fórmula del
Ordinariato anglicano-. Hace años visité el templo anglo-católico de St. Stephen's, en South Kensington, Londres, donde Eliot participaba como un feligrés más -llegó a ser sacristán del templo, con el Nobel ya impuesto y todo-.
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Bien, muchas veces, cuando rezo el "Alma de Cristo" me acuerdo de Eliot. Además de ser una "figura", un "personaje", un "lugar literario", un nodo en la retícula cultural postmoderna, abierto a ilimitadas fluctuaciones de sentido en el juego estético-político de la interpretación, era sobre todo un hombre que rezaba... y que rezaba esa misma oración que me marcó a mí. Y que igualmente espera la resurrección de la carne. Allí nos veremos, Tom.