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T. S. Eliot, Coros de La roca, I



jueves, 24 de julio de 2025

La aventura de la belleza. Filósofos, escenas e ideas filosóficas, de Pablo Alzola. Cuatro notas


Ediciones Asimétricas. Madrid, 2025


I.

¿Es La aventura de la belleza un manual? Quien se haga esta pregunta tiene cierta edad, de testigo de cuando los manuales eran piedra angular de la educación superior. El autor, que conoce esta tradición, habla de su libro como crónica de aventuras. Bien hecho. Es a la densidad semántica del término "aventura" a la que se acoge en el título y a la que recurre para configurar un libro vivo. Qué tiempos en que con los manuales podíamos estudiar para un examen, o consultar un concepto o un dato, o simplemente sentirnos seguros académicamente porque "tengo el manual". Cuánto han cambiado las cosas. El seísmo cotidiano de internet parece haberlos arrumbado a algún panteón apenas visitado.

Y con todo, hará su función de manual para nostálgicos y para estudiantes; pero hará más. Alzola, como educadamente propone, quiere ser cronista de aventuras. Y seguramente la belleza y la estética estaban pidiendo este tipo de relato, y necesitaba este ángulo de narración. Necesita la cultura, necesitamos, renovados contadores, alguien que haga el relato, que vuelva a dar unidad a nuestra alma, que nos recuerde nuestra identidad narrativa cultural. Nuestra aventura.


II.

Crónica dice, y me parece propuesta eficaz, porque eso es contar con el tiempo. Biográfico, como quería Ortega, para decirnos quienes somos. Este tiempo tan denostado por nuestras instantaneidades, urgencias, juegos de ruptura y descoyuntamiento. Recuerdo una alumna que al comentar una lectura literaria en clase indicó generacionalmente que "el pasado no nos define". Qué desnudez precaria la de quien solo cuenta con el instante, repetitivo bajo su chisporroteante caos, y una afasia expresiva para lo apenas columbrado por unos ojos maltrechos. Y sin embargo, recontar a Pitágoras, Platón, Aristóteles, pseudodionisio, Agustín, Tomás, Burke, Kant... como quien convive con ellos y necesita llevar un diario de la convivencia, y saber quién habló primero, quien inició aquella conversación, aquel día que estábamos con aquellas cosas, aquel problema, aquella insinuante plenitud... Nosotros, la comunidad diacrónica de los humanos que quieren ser felices, y que tantas veces lo son con la belleza.


III.

Qué auténtica sorpresa la decisión estructural de contar con escenas de películas para ejemplificar ideas. Una de las decisiones del libro donde resalta la finura conectiva, relacional, del autor. El cine, en sus clásicos lejanos y cercanos. Platón sigue con nosotros -parece decir- si lo sabemos ver con Angelopoulos en La eternidad y un día; y Agustín con Terrence Malick en El árbol de la vida; o esos vividores del XVIII con Stanley Kubrick en 2001. Odisea del espacio. Ideas, experiencias, actualizadas en escenas dramáticas, concentrados fulgurantes de esas verdades intuidas que en la laxitud de nuestras vidas huyen como sombras, pero que el cine configura con artístico disimulo. Donde nos reconocemos en la deleitosa anagnórisis brindada por esta distancia de seguridad del arte. 


IV.

¿Podría ser hoy la belleza algo otro que una aventura? "Aventura", las cosas que van a venir. Pero, ¿qué cosa hay aún que no haya venido? ¿no tiene todo un tacto de ceniza? ¿no es esta aventura desarreglo en nuestras horas crepusculares? ¿a qué viene este acertijo de trascendencia? ¿a enconar nuestra fatiga? ¿un novum, otro sol resistente a nuestro borrar airado o tedioso en la oscura pizarra? ¿trazo indeleble de un rostro en la arena, contra el saber voraz y arcano de las olas?

Con los ojos entrecerrados, topándonos torpes con las cosas, con nosotros mismos vamos; pero aún puede valernos el torpor si es señal de extrañeza, si nos despierta y la tarde entrega tozuda su oro viejo y su promesa. De aurora.



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