No había entendido nada. Su bachillerato, un collar de agujeros. Vaya ocurrencia, pero sí. Y esa mañana de domingo, en que la luz se apilaba mansa como en cajas de cartón, "-¿Dónde se las ponemos? -Aquí mismo, en la habitación, gracias", lo había vuelto a saber.
Escuchaba unos temas de Lee Konitz y Warne Marsh a través de unas pequeñas altavoces. Jazz de los 50s, y no ver un párrafo, y otro, y otro, y una frase, y una proposición, y un sintagma... le parecía negar evidencias, como desdeñar por atolondramiento las cajas que le habían traído. Que corrieran otros: era domingo y notaba que algo estaba llegando a la meta.
Se supo joven y maduro. Qué extraño. Que un bachillerato se consume tan tarde...