Los libros pueden ser ordenados según su estado físico: a saber, sólidos, líquidos, gaseosos.
Sólidos son los que, después de muchos años, puedes palpártelos, están en ti, innegables como las rótulas.
Los líquidos son dúctiles y durante un tiempo se amoldan con facilidad, aparecen, desaparecen, con motivo de una anécdota, un recuerdo, un sueño, una mudanza.
Los gaseosos son una efervescencia, la exhalación de la botella de cava recién abierta.
La deontología de la ciencia física de la lectura recomienda frecuentar los tres estados. Desgraciadamente, no se dispone de aparatos fiables para medir la oportunidad de un estado u otro, según el estado, sólido, líquido o gaseoso del lector. Aunque existen orientaciones. Lamentablemente, no tienen nada que ver con la física.
José Manuel, y ese olor tan especial del papel. Ese libro nuevo en las manos que deja impregnada la suavidad de sus letras para empaparnos de ellas cuando nos atrae su lectura. Y va pasando el tiempo y se demora en nuestras vidas, como un amigo íntimo, quizás, el más íntimo de todos. Y ya conoces su olor, entonces pasan los años y ese color amarillo nos atrapa como si se tratara todavía aquel fiel amigo del cual no queremos desprendernos nunca. Ya no huele a nuevo, pero eso, no nos importa.
ResponderEliminarDejé la física a un lado,
gracias.
Como en toda climatología, el estado del alma es capaz de modificar la situación de los libros y de transformarlos de líquidos en sólidos o gasificarlos.
ResponderEliminarHola Lourdes, sí, estoy de acuerdo, ese modo de físico del papel refuerza la experiencia lectora, sobre todo si nos ha gustado. Lo de la física ha sido un pretexto para hablar de estas cosas. Saludos
ResponderEliminarEs verdad, Rafael, en el fondo la lectura es un ejercicio del alma, y es capaz de realizar esas transformarlo todo. Saludos.
ResponderEliminar¡No digamos ya hablar de una meta-física de los libros!
EliminarLo cierto es que el otro día me volví a encontrar en una crítica aquello de «un libro sólido» y había pensado en libros líquidos y gaseosos, que también habrá. Coincidencias que se dan.
A riesgo de complicarlo más: los tres estados presentan comportamientos distintos en relación a su densidad: no es lo mismo la liquidez del agua que la del vidrio, por ejemplo. Todo esto daría pie a matizar enormemente...
Un saludo muy cordial.
Es verdad, Antonio, podemos sacarle mucha punta a la metáfora, sobre todo por la línea de la meta-física, y manteniendo el tono "científico" irónico; bueno ha sido solo una broma. Qué gracia la coincidencia. Saludos.
EliminarLa identidad, como etiqueta está muy bien. El lector y el escritor deben formar una simbiosis necesaria para comprender lo que uno da y el otro recibe y solo en caso de que haya esa química, la conexión, es perfecta. El escritor aunque no haya sido su objetivo, ha llegado muy lejos.
ResponderEliminarDe lo contrario, ya sabemos; un libro que no se lee o con pocos lectores, podríamos decir que es solo un diario íntimo o entre amigos.
Muy triste sería decir, que en los peores de los casos, es un libro solitario.
Saludos
Sí, es verdad, la escritura ha de ser necesariamente comunicación, al menos en intención. Luego, podrá encontrar lectores o no. Saludos.
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