Antes de comenzar un viaje, hojeo algún libro. Estoy persuadido que entre sus páginas hallaré el tono que necesito para mirar. La mirada tiene un tono. La verdad es que todo tiene un tono. No haya nada -nada auténticamente humano- que sea "natural": hay que ajustarlo todo. Al hojear el libro noto que afino la mirada, se pone a vibrar hasta que brincan en arpegio los armónicos; entonces sé que está afinada.
Hay dos libros que hojeo cuando voy a hacer un viaje: Cartas de lejos, y Cartas de Italia, de Josep Pla. Ahora estoy con las de Italia. Y me ocurre que basta un párrafo, dos; ya sé lo que me va a contar, he leído estas páginas muchas veces; solo quiero escuchar de nuevo el tono.
Levanto la vista de la página: ya tengo el tono; ahora solo queda viajar.