Hoy he tenido mi primera clase de Lectura y escritura creativa, con alumnos de 4º de Magisterio -especialidad primaria-, en el Centro Universitario Villanueva, Madrid.
Una mañana modosita desde la ventana, allá a las 9, entrevista a retazos claros bajo el camuflaje de las hojas de un... ¿un qué?
-...
-... un árbol...
-... un plátano...
Wittgenstein escribió: "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo" (Tractatus logico-philosophicus, 5.6, 1922).
-Por lo tanto, si me aprendo un diccionario, amplío los límites de mi mundo, ¿no?
-... sí... no...
Hay algo imbatible en cada persona, que se resiste a acabar dentro de un tetra brick, sea lingüístico, psíquico, social, psico-social, mediopensionista, del Real Madrid...
-... ¿entonces? Es un álamo.
-... sí, ¡sí!
Es en la experiencia de abrir lo ojos donde se abre el diccionario personal, donde ingresan las palabras con una pequeña historia -nuestra- escrita en la pequeña etiqueta que traen pendiente.
-Es un álamo, señor Wittgenstein, y acabamos de ampliar los límites de nuestro mundo. Hala.