Seguro que si has asistido a un taller de escritura creativa, o has andado espigando ideas por los blogs del gremio, te habrás encontrado con el consejo: "Escribe de lo que sabes". Hay quienes lo afirman, y hay quienes lo denostan a escobazos -generalmente se escucha más a los segundos-. Y la pequeña polémica continúa, como todo lo que se expone a "blanco o negro". Me gustaría aportar una escala de grises.
Habitualmente, propongo la versión positiva: alguien que escribe de lo que no sabe es pillado inmediatamente -o casi- en la lectura del buen lector (véase tanta novela histórico-esotérico-cientificista): se pilla antes a un Dan Brown que a un cojo. Pero sobre todo, un escritor solo da lo mejor de sí cuando sabe mucho de algo; y con "mucho" no me refiero a un sentido cuantitativo -o no principalmente-, sino cualitativo: mucho es profundidad, y sobre todo, identificación. Aquí vuelvo a mi filósofo de cabecera, Gabriel Marcel: lo valioso en la vida es lo que nos envuelve y nos afecta con hondura.
El denostador tiene razón cuando argumenta que si Tolkien solo hubiera escrito de lo que sabía, no tendríamos El señor de los anillos. Bien, pero este "saber" o "no saber" refiere a cuestiones muy concretas, al aspecto de la imaginación. Ahí estoy de acuerdo. Pero si Tolkien se inventa un orco, no solo es un alarde imaginativo -basado en un gran conocimiento de una tradición literaria, por cierto-, es, sobre todo, que ha conocido alguno al subir a un autobús, entre sus colegas de Oxford, o entre el pandemonium de un pub... incluso el que él y todos llevamos dentro.
Así que la afirmación y su negación son verdad, si las entendemos cada una en su nivel (un poco de escolástica a vece evita innecesarios derramamientos de sangre).
Apostilla curiosa: este verano estuve en Florencia. La última novela de Dan Brown tiene su escenario allí. No la encontré en casi ningún escaparate de las librerías de la ciudad del Arno. Si alguien sabe de Florencia -y la ama- son los florentinos. Entiendo perfectamente el veto.