Entre las cosas que más agradezco, está la ausencia de
ruido en los espacios de convivencia. En Helsinki los Cafés son silenciosos, no
hay musiquillas trepanadoras, se puede hablar; pero aún hay más: incluso se
puede no hablar, y quien así ejerce no manifiesta un trauma. Todo lo contrario.
No parece que se conozca por aquí el horror vacui, ni visual ni sonoro. Al
principio, un meridional se pondrá en alerta, sentirá inquietud por lo que
falta, invocará esa superstición del whatsapp para conjurar el peligro. Pero al
fin descubrirá que la otra cara de esta ausencia es una presencia: la de sí
mismo.
El Café Bulevardin kahvisaloki hace la esquina donde se
encuentran la calle Bulevardi y la de Mannerheimintie. A la derecha de mi mesa,
una alta ventana muestra un arce joven de Bulevardi, que esconde parcialmente
al tilo de la otra acera; otra ventana, en frente a la izquierda, recorta el
Svenska Teatern en una porción que me recuerda a la mía de tarta de queso y frutas del
bosque -Juustokakku-: es esta rebaja de tono que se ejerce aquí en todos los
colores, y de ahí la suavidad con que fluye la vida, con que acaba de llegar el otoño. Las paredes del Café son
de blanco roto, roto lo justo para no perturbar la paz de nadie con
estridencias lumínicas. Sin cuadros, parece que la luz y las estampas de calle
son suficientes. Y en verdad lo son.
Entra en el precio reponer la taza de café en el mostrador
del autoservicio, de esas jarras panzonas de vidrio que reposan sobre una base
caliente. El café está rebajado de cafeína. La porción de Juustokakku también
ha venido rebajándose hasta desaparecer, pero su reposición no me es lícita. Al
silencio se suma el piano vertical, de un negro pulido, tan elegante. Encima
del piano, un retrato en blanco y negro de tres hombres que parecen
celebridades literarias, sirviéndose café. También encima, una lámpara con vástago
de metal y fanal marrón oscuro. Está encendida y enciende llamitas en la
superficie pulida del piano. Si ahora se levantase alguien y se sentase en el
taburete del piano, acariciaría las teclas con algo de Satie, Debussy...
Se escucha hablar en finés, y también se escucha no
hablar, leer el periódico, escribir, mirar por la ventana, pensar, recordar…