Decían los clásicos que lo dulce está en el fondo, al final. ¿De qué? De un camino, de un proceso. Una idea esencial de la escritura creativa es que escribir es un proceso. La tradición norteamericana de la enseñanza de la escritura conecta con la idea clásica de que hay que caminar con el deseo de llegar al final.
Caminar así nos hace llegar a lo dulce, pero también nos hace dulces. Las asperezas, lo inservible, lo paralizante, lo tóxico... va desapareciendo cuando hay una voluntad que se despoja de lo que desdibuja la ruta, que desestima lo que aparta del proceso.
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Descubro estos días unos tilos en un bosquecillo cercano. Mi app para identificar árboles dice que el tilo es el árbol sagrado de los antiguos pueblos germánicos y bálticos. Ha llegado una brisa y las hojas del tilo difunden un rumor, como un secreto de muchos en una lengua que aún no sé leer.