AVISO PARA QUIEN QUIERA COMENTAR

¿Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que perdimos en la información?
T. S. Eliot, Coros de La roca, I



miércoles, 10 de agosto de 2016

Wilde en San Sebastián, Guipúzcoa

De esa multitud de placeres asequibles que descuidamos por pura negligencia, he rescatado hoy el de elegir una lectura para un momento determinado. Iba a dar un paseo por San Sebastián, el tiempo para leer sería limitado, así que tomo el librito de Cuentos, de Oscar Wilde.

La luz de la primera tarde pone un granito de azafrán en todos los colores y deja una cálida bendición sobre cosas grandes y pequeñas. Una invisible mano de gigante alborota la fronda de un gran tilo y agita el sonajero de hojas. Al poco se hace el silencio y se escuchan otros sones más tenues e indefinidos. Los fondos del paisaje, mirando hacia el interior, también parecen adormecidos. 

De los Cuentos de Wilde escojo "El gigante egoísta". La nieve, el hielo, el viento del Norte, el granizo resultan aún más fantásticos bajo esta tibia tarde. El jardín del gigante es de simples y breves trazos. Jardín de cuentos, al que los lectores asentimos con una imaginación idealista. No nos detenemos a disfrutar de la oscilación nerviosa de las frondas: los jardines de los cuentos son diseñados para que no nos distraigan de la trama moral. 

“Tengo muchas flores bellas —decía el gigante—; pero los niños son las flores más bellas”. De una piscina cercana llega una algarabía infantil. La tarde continúa, la luz va borrando sus brillos, la textura de todas las cosas se concentra y adensa. “Hoy vendrás conmigo a mi jardín, que es el Paraíso”.