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T. S. Eliot, Coros de La roca, I



jueves, 18 de diciembre de 2025

Autopista. Cuento de Navidad. J. M. Mora-Fandos

 

Autopista. Cuento de Navidad

José Manuel Mora-Fandos

 

Sucedió hace tiempo.

No me esperaba nadie a la salida del penal. Veinte años y dos días eran mucho.

¿Qué recordaba yo del mundo? ¿Quién se acordaba de mí?

En el aparcamiento un Tesla. Al menos alguien recordaba el trato.

La autopista, un 24 de diciembre, era una lengua muerta y fría sobre una tarde amarilla, cada vez más apagada, extendiéndose a los lados. Adelante, quién sabía adónde.

Apenas me fijé, por mi arcén, en dirección contraria, un tipo con un burro y una mujer sobre él. Quizá inmigrantes. Se alejaban horizontales por el retrovisor. Cada uno vive como puede.

Un rato muy largo y nadie por la calzada. El pedregal erizado de cardenchas, siempre lo mismo.

Sobre el horizonte una costra cárdena. Encendí los faros.

Me pasó algo por encima, en sentido contrario, blanco, rápido. Qué recordaba yo de mi vida pasada que se le pareciera. En el retrovisor solo unos puntos alejándose en el aire.

Aún tenía la imagen en la mente, me sudaban las palmas de las manos sobre el volante de piel, y por el arcén un puñado de pastores flotando sobre un río de ovejas. Ovejas, ya ni me acordaba de la palabra.

Cada vez los postes de luz de la autopista se espaciaban más. No me importaba, con tal de ver el siguiente punto luminoso. Si no sabes a dónde vas, cualquier camino es bueno.

Unos reflejos, de nuevo por el arcén, altos, metálicos. ¡Gente sentada en camellos! Tanto tiempo fuera del mundo… tantas cosas podían haber cambiado... ahora la gente iba con camellos por aquel páramo. La cabeza me iba lenta hasta para figurarme por qué. Tanto tiempo sin pensar.

Y entonces llegué al último poste. No más luces más allá. Mis faros alumbrando unos metros de autopista, como entrando en una cueva, en la boca de un lobo.

Aminoré y paré en el arcén. En el retrovisor los destellos de una lámpara de aquellos tipos de los camellos. Sentí una sed fuerte mientras la luz iba menguando. Salí del coche y la busqué escudriñando en lo oscuro. Apenas ya un parpadeo.

Si no la perdía, aún podría unirme a toda aquella gente.