Acabo de leer la noticia de la muerte de Whitney Houston. Me ha conmovido, porque esta cantante tiene que ver con mi juventud, como con la de muchos. A mí, sencillamente, me encantaba. Porque su género era el soul y el rhythm & blues -mi favorito-, porque sus canciones estaban cargadas de energía, porque tenía un rostro simpático y amable... Sus hits eran rompepistas de baile -en aquella época en que las discotecas todavía no eran un lúgubre antro de zombies que escuchan (?) ruidos destimpanadores- y para mí, como para muchos otros, era una inyección inconcreta de entusiasmo, como la misma juventud.
Y ahora se ha muerto, por drogas, por excesos diversos, después de años de destrozo de su carrera artística, y de causar dolor a los que más cerca tenía. Porque cuando alguien se destroza, destroza sobre todo a los que escriben sus vidas contando con su escritura vital.
Qué ignorancia suicida y responsabilidad imputable, la del que va haciendo bandera del malditismo, monumentos al solipsismo "inteligente", ditirambos a los "genios" de la oscuridad y la soledad más desgarradoras.
Cuánto se pierde cuando alguien se pierde. Cuánto (nos) perdemos cuando dejamos que se pierda.
Descanse en paz
Somos tan frágiles. Por lo menos nos dejó hermosura en forma de música. Un abrazo
ResponderEliminarPues sí, la música queda... y la lección. Y la esperanza de que ahora esté mejor. Me consta que ahí arriba hay más misericordia que aquí.
ResponderEliminarEstoy convencido de todo lo que dices
ResponderEliminarMuchas gracias, Amando -ahora ya escribo bien tu nombre, disculpa todos los Armandos anteriores-, y además, viniendo de un médico, me reconforta.
ResponderEliminarAplaudo tu descripción de la discoteca como un "lúgubre antro de zombies". Estoy seguro que al profesor Jorge Martínez le haría gracia tu metáfora.
ResponderEliminarMuchas gracias, Breo; en unos minutos saco unas aclaraciones sobre lo que escribí ayer. Quién es Jorge Martínez?
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