Ahora que lo pienso, suena a título de novela corta, posmoderna. Pero no, esta tarde estábamos unos cuantos en la tertulia literaria del Institut Français de Valencia, invitados por Bouziane Ahmed Khodja, para hablar del Apocalipsis. Bouziane es el alma mater de la tertulia, y siempre consigue plantear asuntos interesantes y conseguir que los asistentes echen su cuarto a espadas, en un ambiente grato y respetuoso.
Mi único problema es que mi oído francés da para saber por dónde va la conversación y, de vez en cuando, pescar una trucha lingüística que por breves instantes me hace creer que la distancia entre Victor Hugo y yo se ha acortada unos centímetros. Pero todo lo arregla mi francés hablado, tan real como los unicornios, que reajusta mi identidad sin contemplaciones. Menos mal que Francia es tolerante, y Bouziane un caballero, así que me dejan decir lo que pienso en castellano. Merci!
Bueno, pues hablábamos del Apocalipsis. Lo he leído unas cuantas veces y mi sensibilidad literaria siempre se ha quedado fría. No me va ese modo de contar. Pero tampoco perturba mi fe: no leo la Biblia por su valor estético, aunque cuando está de un modo especialmente buscado, disfruto. Claro. A quién no le gustan las frutas de Aragón (bueno, esto ya sé que es discutible, así que póngase paella o confit de canard, oui). Pero a lo que iba: lo más interesante es que pese a la secularización de su sentido original, esta narración sigue manteniendo su mensaje de esperanza. Me explico.
Por una metonimia de la parte por el todo, del relato bíblico la cultura occidental se ha quedado con los aspectos de suspense ante el día y la hora, y de catástrofe absoluta. "Ese partido de fútbol va a ser el apocalipsis", por ejemplo. Pero originalmente el texto se escribió con estilo simbólico para trasladar al presente de las persecuciones contra los cristianos (Nerón y compañía) una confirmación en la esperanza: vendrá Cristo en su segunda venida, se terminará este mundo tal como lo conocemos, el mal será vencido definitivamente en un último combate. Yo firmo, claro. Más allá de la idea de un final temporal, el Apocalipsis entrega el conocimiento anticipado de un fin: el fin que tiene todo esto, el sentido último de lo que nos está pasando ahora (incluso de la crisis, vaya). Y entre el ahora y el fin con su localización en un punto final de la historia, es el tiempo de la esperanza. (No soy teólogo, el Catecismo está muy bien escrito y me gusta leer).
Ha sido enriquecedor escuchar otras visiones, y reconfortante comprobar que hay puntos de contacto existenciales. Vive la France! (Y a ver si me pongo de una vez con el método de francés: Bouziane me lo agradecerá).