Una tarde de lluvia, fanática y mediterránea, lo llena
todo. Decir “Está lloviendo” ni resuena ni conmueve igual en todas partes. Unas
gotas impensables golpean las cosas y levantan un tumulto súbito. Alguien grita
su sorpresa, unos pasos rápidos cruzan para poner remedio, las ventanas
se cierran. Si la perspectiva lo permite, listas y parches plomizos se
encajonan entre los edificios. El agua arrecia y se desploma ya en bloques
blancuzcos que velan la visión de las cosas tal como las conocíamos. Los
nudillos frenéticos del granizo reclaman a los que callamos…
Al final el fragor enmudece y solo se escucha el pasar de
un vehículo, y otro más tarde… sobre el silencio lavado y absorto de nuestra noche.
El silencio lavado... excelente epíteto. Sí, la lluvia puede ser toda una experiencia.
ResponderEliminarUn saludo muy cordial.
Muchas gracias, Antonio. Da para mucho la lluvia, ¿verdad? Saludos cordiales.
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