Una por cuatro, por cuatro, por ocho, por doce: horas por
días, por semanas, por meses, por años de un niño sentado tras un pupitre en el
sistema educativo español: 1536 horas de “Lengua”. Paradójico resultado: escaso
hábito lector, nulo hábito escritor, un vivero de faltas de ortografía,
calvicie de tildes, frases descalzas de puntuación…
¿Qué hemos estado haciendo con los alumnos durante este
millar y medio de horas?
Algo semejante a haber tenido una asignatura llamada
“Paella” y después de esa alucinante ristra de horas, el joven a las puertas de la universidad no supiera cuándo hay
que poner la carne o el arroz; pero, por otro lado, hubiera estudiado
concienzudamente temas como “Variabilidad de resistencia al fuego en
aleaciones”, “Los arrozales en Escandinavia: una propuesta”,
“Estructura, taxonomía y quaestiones disputatae de la cerilla” o “Análisis de la cohesión, coherencia y adecuación de ingredientes heteromorfos según la teoría de conjuntos aplicada a técnicas culinarias I, II y III”.
Vale, ya sé que exagero: los niños son los niños, los padres son los padres, la vida es la vida... Hipérbole, sí. Pero no hay nada como una hipérbole para despabilarse... "avive el seso y despierte"...
A ver si a quien le competa, en algún órgano de decisión -qué curiosa expresión-, toma nota.
¡Con lo buena que está la paella!
Me encantan las propuestas sobre la Paella. Genial y significativa metáfora. Yo también me hundo con los resultados de los alumnos.
ResponderEliminarHola Garcileon, disculpa que no subiera el comentario antes, pues he estado fuera de internet unos días. Me alegra que te haya gustado. Y sí, es un problema educativo que echa para abajo. No es fácil, pero hay que mantenerse arriba: nuestra vocación de maestros ha de estar por encima.
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