Hay escritores como hay especies e individuos en el reino animal. ¿Diría infinitos, variados? Lo diría, y aquí hay una novedad, y una
felicidad para quien frecuente las sendas literarias. El último cortejo, de Laurent Gaudé.
II.
Gaudé raya alto, en todas las provincias del
oficio de escribir. Yo ejercito un prejuicio de lectura: en la primera esquina de un
texto espero al narrador estilista, y si la visitación se da, entonces puedo
seguir con entusiasmo la trama, el suspense, el pensamiento, los matices de los caracteres;
incluso perdonarle al novelista casi todo lo imperdonable. En El último cortejo el estilista cantó en las
dos primeras frases, sin impostación, sin sobreejecución, sabedor de su voz aquilatada. Y desde ahí, fue una delicia seguir, como a Orfeo, su canto.
III.
¿Novela histórica? Novela, el gesto sabio y el proceder seguro de quien trasciende un
género. Un interés por un personaje, un
mundo, y ahí una exigencia estética conducida con pasión y riesgo. Gaudé
actualiza una bella mirada, con independencia del paisaje que atraviesa.
IV.
Alejandro Magno, sus últimos días, un grupo de allegados,
el Imperio, la vida, la muerte, la eternidad… La escritura justa, las cadencias
cordiales, la seriedad creativa… Un referente para quien escribe, un horizonte
que contagia fiebre a los dedos sobre el teclado, un excelente acompañante para el camino.