Here's Looking at You, tinta sobre papel. JM Mora Fandos
I.
Si
al caminar atravesase un campo, y al dejarlo a mi espalda ese campo quedase ya
mío, sin más derecho que el de haberlo andado, esto me recordaría a la lectura,
donde al alcanzar el último linde del libro, sé de mi nueva fortuna y que debo
ser agradecido. Y si alguna vez volviese a atravesar ese campo, me sabría en
casa, como al releer un libro.
II.
Leo
por tercera vez Crimen y castigo, de
Dostoievski. Ahora Raskolnikov y Sonia se perfilan con más matices, los
cuartuchos de las pensiones se estrechan como estampas expresionistas… pero es
todo, simultáneo y completo, lo que vuelve, como un mundo inquietantemente acogedor.
Leo del mismo modo que Constanza, en “La fragancia del vaso” de Azorín,
recuerda sus vivencias; como quien retiene la fragancia del vaso de vino que se
fue. ¿Dónde van las lecturas? Se engolfan, como esencias, en alguna bóveda del
alma.
III.
Cada
relectura es una familiaridad y una novedad. Esta vez ha ganado relieve el
personaje de Svidrigailov, su sobrecogedora personalidad, como la de tantos
personajes de Dostoievski; pero me ha resultado un personaje especialmente
complejo; más precisamente: mostrado de manera compleja, reservándose el
narrador qué contar y qué ocultar, hasta el final. ¿Engaña Svidrigailov a
Raskolnikov o se engaña? Real hasta doler.
IV.
Restaurar
un alma lleva tiempo, siete años en Siberia para Raskolnikov. Lleva tiempo y un
ángel, Sonia. Con qué facilidad nos disolvemos; con qué lentitud se renace, caminando por un apartado sendero, bajo los rigores de una
intemperie. Personal, comunitaria, social. Ahora, al momento del hacha, se hace apropiado leer,
releer, Crimen y castigo.