cavaban ya su surco de sombra en el oro del atardecer...
Vuelvo a leer esa primera imagen de Vuelo nocturno y me gustaría estar allí con Fabien. Duermen las sacas de correo de la Patagonia. Solo el zumbido grave de las turbinas de la avioneta. El mundo, las colinas, las llanuras... se acerca con los brazos abiertos, brazos de viejo amigo en la tarde:
Las colinas, bajo el avión, cavaban ya su surco de sombra en el oro del atardecer. Las llanuras tornábanse luminosas, pero de una luz inagotable: en este país no cesaban de exhalar su oro, como, terminado el invierno, no cesaban de entregar su nieve.
Ah, ese oro... ¿es la luz misma de las cosas, cuando están en su fiel? La que yo he visto muchas veces al atardecer. Que lo inflama todo, de llama adentro. ¿Es solo una luz que pone su cálida capa sobre el misterio opaco de las cosas? ¿o es la respuesta del mundo cuando es llamado?

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