I
Un gran número de cabezas tuvo grandes ideas durante el primer tercio del siglo XX. Posteriormente, algunas de esas grandes ideas costaron muchas cabezas. Pero otras ideas, aparentemente más modestas, abrieron las mentes, entretuvieron, hicieron reír, dieron esperanza. Incluso lo siguen haciendo. Chesterton fue una gran cabeza -y no sólo cabeza- generadora de este segundo tipo, y aprovechó febrilmente los canales del mundo moderno.
II.
Algo de todo esto aparece en esta biografía escrita el mismo año de la muerte de G. K. Una escritura en caliente y desde la amistad que no se resigna a la partida del amigo. Titterton, el autor, se consideraba aprendiz de G. K. en el periodismo, en lo humano y en lo divino. Así que al hilo de la vida periodística y polemista de G. K., Titterton escribe un libro trepidante, porque trepidantes fueron aquellos años, y trepidante fue su amigo.
III.
Traducida por Aurora Rice y Enrique García-Máiquez -recuerdo aquella consulta que Enrique, afinando, afinando, hizo entre bloggeros amigos sobre una rima de uno de los poemas de G. K. con que Titterton va trufando el libro-, esta biografía es una perspectiva complementaria a las que ya conocíamos. El misterio de la persona no se agota en la tinta de una o mil plumas, ni siquiera si es el propio sujeto el que se autobiografía, como también hizo G. K.
IV.
Y al mismo tiempo es una crónica de un postvictorianismo al que, como lechoncillo en fiesta patronal, todo el mundo se acerca con la servilleta al cuello y el cuchillo en la mano. Los diferentes ismos políticos campan por sus respetos, incluido el distributismo de G. K., Belloc y unos más. Y también el socialismo de G. B. Shaw. Por cierto, hay un capítulo dedicado al famoso debate entre G. K. y G. B., "¿Estamos de acuerdo"?, que tiene su complemento en la traducción que de él hizo Victoria León para Renacimiento, y Enrique Baltanás -su prologuista- me regaló en una noche sevillana.
Imprescindible.