Escribía Mallarmé aquel verso que abre el poema Brisa marina, "La carne es triste ¡ay!, y yo he leído todos los libros". Al fin y al cabo, una especificación de lo que ya sentenciaba la sabiduría humana del Eclesiastés, "Nada nuevo bajo el sol".
Pero ¿y si hubiera algo verdaderamente nuevo bajo el sol? ¿y si la carne bailara claqué, porque, digamos, un Dios enloqueció por ella hasta sacarla a la pista, como Fred Astaire a Ginger Rogers, y sonriendo infatigablemente, formalizara con ella pareja indisoluble? ¿y si una nueva lectura trasfigurase todos los libros?
En Así habló Zaratustra, Nietzsche escribía, "Yo no creería más que en un dios que supiese bailar". Quizás Nietzsche no fuera buen bailarín. Yo creo firmemente que hay algo nuevo bajo el sol, que es cuestión de sonreír -aunque a veces aprieten los zapatos de charol- y dejarse llevar al compás.