Pues ahí estuvimos, y fue muy grato. Los buenos alumnos inspiran al profesor. En el "foso" de Diálogo, entre paredes forradas de libros, tuve la sensación de que éramos un grupo de resistencia. Como el que se ve al final de Fahrenheit 451. Y, de algún modo, es así. Era fe.
Fe en la palabra escrita y en el escribir, mientras la máquina del mundo se agitaba sobre nuestras cabezas. Un mundo de grandes superficies, las de todas las cosas. Superficies impenetrables, sordas, que dejan sin habla. Pero desde la escritura mantenemos esa distancia necesaria, que finalmente es avance imparable. El pudor y la modestia de la mirada desmontan las planchas de amianto de las cosas. Hay vida más allá. Está escrito.
Cicerón volvió a hacerse presente, lo invito a todos los talleres. Lo mejor es que salimos dispuestos a salvar la República con un texto; y eso ya es media República salvada.
Hasta este sábado, la palabra "taller", fuera del ámbito de la carpintería y la mecánica, me daba cierto repelús. Ahora me parece muy justa. Fue un taller genial y enriquecedor, un verdadero descubrimiento. Lástima que fuera tan corto. Disfrutamos un montón y el maestro es de ovación y vuelta al ruedo.
ResponderEliminarUn abrazo, José Manuel. Gracias por todo y felices fiestas.
Cristina
(Que conste que el anterior comentario no es un "Anónimo", que viene firmado, y la autora es de la casa de este blog)
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Cristina. Los buenos alumnos hacen mejor al profesor. Gracias y muy felices fiestas.