Pues ahí estuvimos, y fue muy grato. Los buenos alumnos inspiran al profesor. En el "foso" de Diálogo, entre paredes forradas de libros, tuve la sensación de que éramos un grupo de resistencia. Como el que se ve al final de Fahrenheit 451. Y, de algún modo, es así. Era fe.
Fe en la palabra escrita y en el escribir, mientras la máquina del mundo se agitaba sobre nuestras cabezas. Un mundo de grandes superficies, las de todas las cosas. Superficies impenetrables, sordas, que dejan sin habla. Pero desde la escritura mantenemos esa distancia necesaria, que finalmente es avance imparable. El pudor y la modestia de la mirada desmontan las planchas de amianto de las cosas. Hay vida más allá. Está escrito.
Cicerón volvió a hacerse presente, lo invito a todos los talleres. Lo mejor es que salimos dispuestos a salvar la República con un texto; y eso ya es media República salvada.