Hablar de tus propias fiestas te puede poner en un dilema: o darte a la exaltación desmedida; o sucumbir a una pose de crítica hiperinteligente que no deje nada bajo la hoz de la ironía. Creo que he superado el dilema. Me siguen pareciendo unas grandísimas fiestas, y a la vez entiendo que, como todo bajo el sol de esta galaxia, tiene sus imperfecciones.
A mí no dejan de sorprenderme las Fallas. Me sorprende lo completas que son: música, bellas artes, gastronomía, pólvora, castillos de fuegos artificiales, tradiciones culturales y religiosas... pero ahora solo voy a indicar las dos cosas que más me admiran y gustan.
La primera es su carácter participativo. No es solo Valencia capital: es en cada pueblo de la provincia. ¿Y qué ocurre ahí? Pues que se da una red de asociaciones -els casals-, por barrios, que agrupa a familias y a particulares, sin distinción social; que cada asociación -que comprende un área de calles- vive con sentido comunitario estas fiestas. Asaltados como estamos, constantemente, por la pérdida de identidad en nuestras ciudades, mordidos gravemente por las enfermedades psicológicas derivadas de la soledad, empujados a una casi natural desconfianza hacia el entorno social más inmediato... pues, en medio de todo esto, percibir estas redes de humanidad personal, familiar, comunitaria me parece algo de una gran fuerza identitaria. Esta red tiene un profundo sentido democrático -con todos los problemas que puede tener una democracia, claro-. Las Fallas son modernas, y son de siempre.
Y la segunda es la valoración de la mujer. La elegancia de las falleras es llamativa. Trajes, peinados, pasacalles... algo se ilumina en estas calles; hay algo antropológicamente muy valioso en esta potenciación de lo femenino, que trae a la presencia de cada mujer concreta un aura de atractivo y de luz. Algo que viene a decir que las cosas pueden ser de otro modo, que el cuerpo femenino que aparece industrial y comercialmente despersonalizado a diario, que los rostros neutralizados y tachados en su personalidad, pueden ser devueltos a la luz irrepetible de cada mujer.
Me encantan las Fallas.