Hace tiempo que encuentro esta consigna: manuales de
escritura de relato, de novelas de esas que enganchan… “que no quede ni uno”,
arengan al neófito. Exagero, de acuerdo, pero algo, y algo más que algo hay de
esto.
La narración es vida, movimiento; el verbo es el camino —pequeño
saltamontes, lo completo—, ergo limpia la vía de adjetivos, ese lastre que
impide tu carrera… —¿hacia dónde?, pregunto—.
¿Desde cuándo narrar es correr? ¿Desde cuándo prohibir lo
difícil es progreso?
J.M. me acabas de crear una crisis existencial porque, efectivamente, siempre he recibido la consigna de podar los adjetivos.
ResponderEliminarPrimero fueron los Reyes Magos, y ahora me vienes tú con esto... Me vais a perder.
Jajá, qué va, te vas a ganar. Bueno, en las pocas frases que he escrito no he podido más que exagerar. Pero como reacción a una exageración. Lo que habría que explicar con más detalle es el sentido del adjetivo (que es lo que no se suele hacer, y así se lo demoniza), para saber cuándo tiene sentido, y cuando es imprescindible, utilizarlo.
ResponderEliminar¿Y si llevamos las tijeras de poda al cinto, pero las utilizamos al final, cuando hayamos visitado todo el jardín? Creo aquí es aplicable también un post tuyo en el que reflexionabas sobre la necesidad del trabajo y la corrección. Son tan necesarios los adjetivos como el agua, pero en exceso producen inundaciones, y los coches hacen acuaplaning
ResponderEliminarMuy de acuerdo, Amando. Uno de los peligros de las directrices de escritura que van circulando por ahí es no indicar el momento, como comentas. Entonces, el que quiere seguirlas se lanza desde el inicio a ponerlo todo en práctica, y claramente no puede salir nada bueno, porque la escritura es un proceso, con sus fases. Y en la primera fase hay que apostar por la creatividad, la intuición, la estampida, el volcán. Luego, ya con las tijeras de poda, y sentido común y estético, empezamos a ver si entra este adjetivo o no.
ResponderEliminarOlé. Yo creo que estas prohibiciones a priori (adjetivos, y "que"s y "cual"es y adverbios terminados en mente) son sencillamente ridículas. Lo malo es que crean lectores que van con un lápiz rojo, contando ques.
ResponderEliminarPues sí, Enrique, muy de acuerdo. Dogmas, los justos, y donde tienen que estar.
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